La maleza del campo y de la
ciudad.- Los campesinos estaban bien contentos la húmeda mañana
que ya se iluminaba por un radiante sol y se respiraba olor a tierra mojada por
un fuerte aguacero que cayó gran parte de la madrugada. Empapados por el rocío
y por el chapaleo de los charcos, cargando los aperos de labranza, llegan
bromeando al mojado cafetal que pareciera sonreír como dama recién bañada. Para
el campesino la lluvia es bendición, es bautizo, es confirmación de buena
producción. Con los calores de julio previos a la canícula y con tanta agua, la
hierba crece rápido, el suelo es generoso y alimenta sin distingo a plantas
buenas y a hierbas malas que nunca mueren, esas que invaden las plantaciones,
los claros y los caminos. Esa que si te descuidas, te invade los cafetos, los
naranjos y hasta la casa, ya sea como maleza o guía, chahuistle, matlali o
corrihuela, Su alegría no solo obedecía a las bendiciones que la naturaleza les
obsequia, sino que celebraban que habían visitado el centro de la ciudad y pudieron
caminar por las calles sin toparse con los puestos ambulantes que como maleza
habían invadido la ciudad. “Qué chingón es el Palacios, ya los quitó y el
centro se ve rete bonito, ya no me acordaba del monumento a la madre, ese que
nunca le llevan ni una flor, ya no hay camionetas cargadas de frutas, ni esos
marchantes con cara de malandros y tatuados, que mamaceaban a las damas. No que
no, decían que el presi no daba una, ya ven, salió picudo el pelón”. Las
carcajadas prolongadas se silenciaron de pronto cuando una voz de trueno
retumbó en a loma: “¡No sean tarugos!”… el viejo cortador curtido por el
trabajo y por el tiempo, había escuchado la perorata y los alecciona como
venerable preceptor: “Fue el Yunes. No ven que los antorchos ya no tiene el
respaldo del gobierno que los creó y ahora ya no pueden ponerse cabrones porque
los mandan al bote. Apoco no ven que ya no instalaron su intransigente carpa
con cocina y baños que tuvimos que soportar en el parque la vez anterior que
los corrieron. Su lideresa la Minerva sabe que le puede pasar lo del César del
Ángel. Por eso están calladitos y arrinconados”. El silencio permitía que se
escuchara el murmullo del campo. Nadie abrió la boca…
Preparando la llegada de los
azulejos.- El silencio prolongado fue roto por el mismo
de siempre, el que no le queda claro lo que dice el labriego mayor, por ese que
a veces sorprende por su brillantez y a veces por sus estulticias, cuando con
ingenuidad campirana dijo: “no entiendo”. “Mira”, con hosca ternura le explica el viejo
sabio: “No vez que ya tienen que ir preparando la llegada de un gobierno de su
partido. Al Palacios le dieron instrucciones, y desde luego apoyo, para que
resolviera el cochinero que tiene y que han propiciado y dejado crecer, con su
desatención, indiferencia y valemadrismo. Lo tienen agarrado con la cuenta
pública y está como sedita. O acata instrucciones o se atiene a las
consecuencias. No crean que después de perder las elecciones del partido que lo
llevó al poder y que no le aportó nada, que ganó la oposición; ahora sí se puso
las pilas y se puso a resolver el mayor problema de Coatepec. ¡No sean
ignaros!...” Ni quién chistara nada.
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