DESDE
LA FINCA
El
entusiasmo de los cortadores de café crece en la medida en que la cosecha se
hace más abundante. El clima ha sido muy generoso y ha ofrecido días soleados
que permiten alargar la jornada de corte. La finca en su máximo esplendor,
llena de granos rojos, llena de gente, llena de esperanza. El movimiento se ha
hecho más activo, ya que las labores inician más temprano con eso del nuevo
horario; aumentó el número de cortadores que vienen de otras partes y que se
quedan durante la cosecha; el pesado, el encostalado y el transporte, hacen que
toda la zona se convierta en un una alegre romería.
Los camiones llegan
cargados de gente y se van cargados de costales. En las breves pausas en las
que se comparte el bastimento, en esos descansos en que la finca se llena de
humo y de aroma a enchiladas, esas pausas cordiales donde se comparten, además
del taco, las vivencias; el viejo cortador curtido por muchos soles e instruido
por muchas cosechas, se le ve intranquilo, triste y hasta enojado. Una de las
mujeres cortadoras que le acerca un taco calentado en las brasas, le pregunta:
¿Qué te pasa Tata? Te vez preocupao… a lo que el respetado y agudo patriarca,
responde: “Claro que ando mortificao y encabronao. La inseguridad y la
necesidad que se viven, están llegando al extremo de robarnos entre nosotros, de
matarnos entre nosotros”. Con la cabeza baja y con un tono de aflicción que
generó la atención de todos, abunda: “Lo que pasó en Tonalaco, es una grave
señal del miedo y de que la gente ya está hasta la madre de robos y que ninguna
autoridá los pare. Tengo unos compas de Xico que me platicaron el suceso que
debe poner en alerta a todos. La gente enardecida se juntó y golpearon a unos
robavacas que se metieron a sus terrenos. Pero no los detuvieron y los
entregaron a la autoridá, no, ya lo han hecho antes y al rato salen libres a
seguir robando. O’ra los lincharon a palos al grado que uno de ellos se murió
por la madriza. Eran gente de comunidades cercanas que al no tener alternativas
de chamba, se dedicaban a robar. Por su parte, los compas de Tonalaco ya
estaban cansados de tanto robo que decidieron hacerse justicia por su propia
mano. Las consecuencias están a la vista. Eso es muy grave porque demuestra que
la gente ya no cree en las instituciones de justicia, porque pareciera que la
ley favorece a los delincuentes porque salen luego luego y hasta toman
represalias de quien los denunció. Nadie confía en las policías ni en las
fiscalías. La gente ya se está organizando por barrios, por calles por colonias
y, como vemos, por comunidades que han sufrido de la imparable inseguridad sin
que el gobierno tenga la capacidad, como prometió, de poner un alto a toda esta
barbarie que en muchos lados ha manchado los campos con ríos de sangre. Que ha
dejado a familias sin patrimonio porque han tenido que vender lo poco que
tenían para pagar un rescate o una extorsión. Esto es una señal muy peligrosa
que la autoridad debe atender. De otro modo estaremos cayendo en que nos
matemos entre nosotros”. Nadie dijo ni una palabra, solo volteaban a verse con
preocupación. Por varios minutos se hizo un silencio sepulcral. El único ruido
que se escuchaba en la finca era el que hacían, Inconscientemente, algunos
campesinos que afilaban sus machetes con la lima, haciendo un chirrido sonoro…
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