Por: Arlette Vera Beltrán
1.- Recuperar nuestra relación con lo que comemos. Estamos desconectados de nuestra comida. Los supermercados están llenos de cosas ultra-procesadas y compramos frutas que han pasado por tiranos concursos de belleza. Teniendo una mini-huerta vas a entender que los cultivos requieren esfuerzo y dedicación.
2.- Entender el impacto de los agroquímicos. A menos que todos los vegetales que compres vengan de cultivos orgánicos, lo más seguro es que estés consumiendo un montón de fertilizantes y pesticidas sintéticos sin darte cuenta… ¡horror!
3.- Valorar el trabajo de los campesinos y agricultores. Es fácil desconectarnos de nuestra comida cuando todo está en empaques asépticos en un pasillo de supermercado; es fácil que olvidemos que lo que comemos viene de la tierra, y requiere el trabajo de otras personas.
4.- Valorar todos los tipos de belleza. Plantas chicas, grandes, verdes claros y obscuros, rojos, hojas con mordiscos de bichos, hojas torcidas, frutos alargados, redondeados, colores desiguales, tubérculos torcidos… todo es bonito cuando lo has cultivado tú misma/o, da igual si se adapta a los estándares de belleza que impone el mercado.
5.- Más crear, menos comprar. Hay mucho potencial para la creación incluso en la más pequeña huerta casera. Estoy convencida del poder de crear, y en especial con respecto al acto del consumir. Sembrar un par de plantas comestibles nos aleja, al menos un poquito, del papel de consumidor y nos da aprendizajes y autonomía.
¿Tienes alguna planta comestible en casa? Espero éstas 5 razones te sirvan de ayuda con alguna iniciativa. Busca la cuenta de Bosque Joven en Facebook y no te pierdas de más información sobre la naturaleza y Coatepec. ¡Feliz semana!
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