domingo, 4 de febrero de 2018

Cerca del Cielo


Por: José Ramón Flores Viveros

La divina y misteriosa curiosidad infantil.
“En todos los seres humanos existe un anhelo, tan profundo, tan imperioso, como el deseo de alimentarse y dormir, y ese anhelo se ve satisfecho muy rara vez. Es lo que llama Freud ‘El deseo de ser grande’. Es lo que llama Dewey ‘El deseo de ser importante’. Lincoln empezó una vez una carta con estas palabras: “A todo el mundo le agrada una lisonja”. William James dijo: “El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado”. Véase que no hablo del “Deseo”; sino del anhelo de ser apreciado. Ahí tenemos una sed humana infalible y persistente; a los pocos individuos que satisfacen honestamente esta sed del corazón, podrán tener a los demás en la palma de la mano y hasta el sepulturero se apenara cuando mueran”.
Dale Carnegie.




He tenido la oportunidad de platicar con niños cuya curiosidad me sigue cautivando. La imaginación de un niño no conoce límites, además de que es muy lindo que lo tutean a uno, no dicen ‘Don’ ni señor. Es una lisonja, los niños vienen ya envueltos para regalo al nacer. He aquí las preguntas más ingeniosas e inteligentes que me han hecho. “¿Ramón has contado las estrellas cuando estas en lo más alto de una montaña?”. “Ramón si cuando subes una montaña te acercas al sol, ¿porque hace más frío arriba?”. “Tú mama no te regañaba, por irte tan lejos, ¿le pedías permiso?”. “¿Por qué estas levantando las manos en la foto de la cumbre del Cofre de Perote?”. Estas son algunos de los cuestionamientos que me han hecho algunos chavitos. Pareciera que fueron hechas por algún adolescente, pero para nada, surgieron de pequeños, alguno de ellos de 5 años de edad. Confieso que cuando en su momento, tenía serios perjuicios para atender estos cuestionamientos, tenía la seguridad de que sus preguntas serian sin sentido alguno. Esto es terrible, actuar como si todo lo supiera. No han sido pocos los momentos en mi vida, en que me he sentido muy apenado por mi soberbia y egocentrismo.

Los niños son unos verdaderos maestros, son espontáneos y auténticos. No tienen la necesidad de fingir. En una charla que di el año pasado, en el auditorio Benito Juárez del palacio municipal de Coatepec, al finalizar ésta, invite a quienes amablemente me acompañaron en el aniversario 14 de Cerca del Cielo. A que hicieran alguna pregunta; y mi nieto Santiago de 7 años, vi cuando levantó la mano, pidiendo el micrófono para hablar. Este gesto me cautivó, me encantó su valor para hacer esto, frente a un auditorio. Primero alcancé a escuchar. Que le dijo a su mamá, que deseaba pedir la palabra, ella lo impulsó a hacerlo. Así debe de ser con nuestros niños, debemos darle la confianza para que crean en ellos y en sus sueños. No hay que criticarlos sin fundamento. Que vivan los niños. Que Dios los bendiga siempre.

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