domingo, 4 de febrero de 2018
DESDE EL AULA
PROF. JULIO HERNÁNDEZ RAMÍREZ
Me gusta la compañía de los perros. Me sorprenden siempre sus comportamientos, sus manifestaciones de cariño y su fidelidad a toda prueba. Haga lo que haga, pase lo que pase cualquiera que sea el trato, siempre están ahí, atentos, contentos y dispuestos. Mucho tiene el hombre que aprender de ellos.
Me llama la atención el sustantivo “perro” el que siendo singular, pueda tener tantas connotaciones y ser utilizado con tan diversos propósitos. Cuando alguien te dice: “Eres un perro”, puedes tomarlo como insulto o como reconocimiento, dependiendo del tono y del contexto. Los contenidos de tal expresión pueden ser peyorativos pero también de halago. Se te puede decir con ello que eres un ser insignificante, sin dignidad o despreciable; o bien que eres audaz e intrépido, bueno en lo que haces. Decir que ando de “a perro” equivale a decir que ando en mal momento, que no me está yendo bien, así como decir: “Me le fui como un perro” denota una acción-reacción irracional. Alguna vez leí a uno de los clásicos del derecho que afirmaba: “Más le vale al hombre ser perro que hombre y verse pisoteado en sus derechos”. De nueva cuenta se da a entender que el perro es un ser desvalorado. En contraste hay muchas expresiones que lo enaltece, como aquello de que “el perro es el mejor amigo del hombre”. Si esto fuera así, lo sería entre otras razones, por una muy sencilla: porque no habla; ello significa que no te insulta, no te contradice ni te interrumpe, no te hiere con la verdad, ni te cuenta chismes, ni dice mentiras; nunca lastima honra alguna ni lo alcanza la vanidad. El autoelogio no puede ser lo suyo.
Puedes sostener con él los más largos monólogos, que siempre estará atento. Puedes hablarle de amores o desamores, reales o pretendidos, de hazañas que solo están en tu imaginación, de tus ansias reprimidas y fracasos, de tus temores ocultos tras una máscara de arrogancia. Puedes llorar o reír frente a él, igual seguirá atento. Puedes hablarle de tus anhelos, de tus sueños, vamos, hasta puedes alardear de cualidades que no tienes y su expresión no será de burla. Puedes confiarle el secreto más íntimo, aquel que guardas entre los pliegues de la memoria, aquel que descansa en el lugar del corazón que reservas para los sentimientos más sublimes, para lo más amado. Aquello que quisiéramos tener en la inconciencia, pero que de repente aparece irreverente en el sitio más luminoso de la conciencia para luego hilvanarse en un pensamiento que se traslada incontenible de la mente a la boca y entonces tienes que morderte la lengua para no gritarlo, para no decirlo, porque es solo tuyo, lo guardas como un tesoro que da sentido a tu vida.
A él se lo puedes contar. No te responderá con un largo e inútil discurso moralista. Tampoco te hará recriminación alguna ni te llenará de reproches y lo que es más importante, te otorga la seguridad absoluta de que nunca compartirá tal confesión, sabrá guardar la debida discreción y te comprenderá. Si acaso, con su mirada tierna, con la atención manifiesta por la posición de sus orejas y el rítmico movimiento de su cola te diga: “Querido amigo, recuerda que hay aconteceres y sentimientos que son solo tuyos, que no puedes compartir, que debes de guardar en el baúl de tus pertenencias más preciadas y del cual perdiste las llaves. Nunca lo confíes a tus iguales, te decepcionarán. El que digas: “Solo te lo digo a ti por la confianza que te tengo”, es una tentadora invitación a la divulgación aderezada con ingredientes propios de tu confidente en una retahíla incontenible. Te lastimarán, porque la traición duele y solo viene de los amigos, de las personas en quienes confías, los enemigos no traicionan y quien traiciona una vez, traiciona siempre.
Cuánta razón le asiste a Zitarrosa cuando recordando a su padre dice que: “Un traidor puede más que mil valientes”. Paradojas de la vida. El perro no habla pero escucha; no razona, pero entiende; no traiciona, comprende. No reprocha, perdona; no desespera, espera; aprende, pero más enseña. Nunca maltrates a un perro. ¿Es el mejor? No lo sé, pero sí sé, que sabe ser amigo.
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