Ha pasado un mes de los 48 de que dispone la administración municipal de reciente instalación, y si bien resulta prematuro emitir un juicio objetivo sobre su desempeño, ya se dejan oír voces que manifiesta decepción por la actuación de funcionarios, sobre todo por las enormes expectativas generadas y que en el primer contraste con la realidad, resultan averiadas.
El gobierno municipal es de suyo complejo. No con poca razón hay quienes sostienen que, guardadas las proporciones, es el que presenta mayores debilidades en relación con el estatal y el federal. Su cercanía con la población lo hacen más susceptible a la presión. Los presupuestos que le son asignados resultan insuficientes para hacer frente al cúmulo de exigencias y necesidades que cotidianamente se tiene que atender y, salvo raras excepciones, carecen de capacidad para acceder a financiamientos extraordinarios, carga con el pesado lastre que representa un sindicato obeso, mal acostumbrado e improductivo, y en el ejercicio del gasto, se observa un marcado desequilibrio entre el aplicado a gasto corriente y el destinado a obra social.
Mucho puede escribirse sobre el tema, muchas son las causas que pueden explicar el por qué, casi siempre, cuando termina un periodo de gobierno municipal queda una estela de desencanto. Para ilustrar el caso basta la cita de dos que destacan por su recurrencia y trascendencia:
1.- La práctica de colocar en los puestos claves de la administración a personas carentes de experiencia y con frecuencia sin el perfil profesional adecuado para el puesto, es decir, la responsabilidades se asignan como pago de cuotas partidistas, por un pernicioso amiguismo o por recomendaciones “de arriba”, lo que trae como consecuencia la imposibilidad de conformar un equipo en el que se promueva el trabajo colaborativo con resultados medibles, pues el titular del ejecutivo se ve copado por un grupo de “colaboradores” sin experiencia ni compromiso, que terminan justificando la falta de resultados afirmando que el puesto desempeñado les dio oportunidad de muchos aprendizajes, como si la administración fuera una “escuelita” a la que se llega a aprender y no a aplicar con profesionalismo responsabilidad y compromiso lo que ya se sabe.
2.- La particularidad que reviste a la asignación legal de facultades, responsabilidades y obligaciones al ejecutivo municipal. Mientras en el ámbito federal y estatal, el ejecutivo goza de amplias facultades legales que ejerce de manera unipersonal, salvo contadas excepciones en que se requiere la aprobación de sus respectivos cuerpos legislativos, en el ámbito municipal, si bien al titular del ejecutivo, la Ley Orgánica del Municipio Libre le confiere amplias e importantes facultades, reserva otras muchas, no menos importantes a un colegiado llamado Ayuntamiento, conformado por el Presidente Municipal, el Síndico y el o los regidores, y dada la pluralidad de ese colegiado, sobre todo con las nuevas reglas en materia de representación que privilegia a las minorías, la asunción de acuerdos suele ser compleja; realidad ante la cual con mucha frecuencia, el Presidente en vez de ejercer un liderazgo que le permita con sensibilidad y solvencia moral, si no unificar los ediles, sí hacer que miren para el mismo lado, cae en la tentación de la pretensión absurda de desconocer al cabildo como colegiado y a los ediles en lo particular, actualizando así alguna de las siguientes tres hipótesis:
a) El Presidente municipal, a espaldas del cuerpo edilicio acuerda con sus colaboradores, que como ya se expuso con antelación, no siempre tienen la experiencia ni el compromiso requerido, lo que en la práctica se traduce que las decisiones de gobierno recaen en una instancia carente de legitimidad y de responsabilidad política y legal.
b) Que los asuntos propios de la administración se reserven en espera de recibir “línea de los de arriba” de los “jefes políticos” o de los “asesores”, lo que significa que las decisiones se asuman en oficinas ajenas y externas, o bien llegando al extremo en una mesa cuadrada de cocina. No, no es exageración.
c) Que el presidente municipal, para sacar adelante los acuerdos de su interés, se valga de ediles incondicionales y necesarios para obtener una mayoría artificial, cuya lealtad se compra en cada asunto, claro, con cargo al erario. “Vende caro tu amor, Aventurera(o)”. así, se actualiza un caso de desvergüenza y vulgar corrupción.
Así, no se puede… es tiempo…
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