“No hay pasión más ilusa y fanática que el odio”
George Gordon.
Fin de un sistema político, que aunque parezca increíble -en pleno siglo XXI- ganaba elecciones con el reparto de playeras, gorras tortas y las mismas promesas de siempre.
El próximo 23 de septiembre, si Dios me lo permite cumplo 31 años sin “chupar”, es una fecha que jamás debo de olvidar. Tomaba sin control y lógica alguna. El plan era embrutecerme de la forma más absurda y estúpida. También cumplí 15 años de plasmar mis vivencias, por lo cual agradezco de todo corazón a quienes amablemente me leen. El propósito de este intento fallido de columna, ha sido para compartir mis modestas experiencias, y que si alguien de alguna manera, se identifica con ellas, y le es de utilidad con esto, me siento más que satisfecho.
Los demonios se soltaron aquellos días y para volver a amarrarlos, fue toda una odisea, incluso debo reconocer que hasta pensé que ya no valía la pena seguir viviendo. No intenté nada para conseguirlo, pero, la vida ya se había convertido en una carga, que no podía seguir aguantando. Fue la peor etapa de mi vida, tan solo recordarlo hasta me da escalofrió, cómo puede un ser humano someterse a semejante sufrimiento de manera voluntaria. Esta columna ha sido todos estos años, una terapia psicológica, una manera de poder seguir descargando residuos de toda aquella porquería.
Cerca del Cielo ha sido un testimonio escrito de toda esta catarsis, de aquel naufragio que de manera milagrosa, gracias a Dios y a doble A, pude salir con vida. De manera reiterada vuelvo a manifestar mi alegría por estar sobrio el día de hoy, es una alegría sin límites. Un sueño muy frecuente que tengo es donde vuelvo a tomar alcohol. Al despertar todo agitado y con el corazón brincándome violentamente, la alegría y el gusto que experimento al darme cuenta de que todo es una horrible pesadilla es algo que no puedo describir.
Los demonios cuando quedan en libertad, pareciera que ni mismo Dios, tendría la capacidad de someterlos. Hoy los sigo viendo y experimentando, ahí siguen al acecho, en espera de la primera oportunidad para volver a desatarse, el alcohol siempre los libera y los hace enloquecer. Sé que no estoy curado ni a salvo de esta infernal adicción. Jamás lo estaré, se me sigue antojando, tomarme una cerveza helada o una copa, hasta salivo nadamos de pensarlo. Es una realidad que es una obsesión, un tigre de bengala dormitando, esperando el mínimo atropello para despertar y soltar un bestial arañazo que despierte también de este letargo a mis temidos demonios.
Gracias al Creador y al miedo, sigo aquí con vida, el miedo es un instrumento de supervivencia. El miedo a volver a experimentar aquella porquería de existencia dependiendo de los efectos del alcohol... quien ha conocido este infierno, sabe de lo que hablo. Vivir es increíble… CercaDelCielo15años.
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