lunes, 30 de julio de 2018

DESDE LA FINCA - Por: El Cortador


Creencias y recuerdos.- A pesar de la abundante vegetación en lomas y laderas, característica de esta tierra fértil donde el café hace 210 años sentó sus reales para dar vida y riqueza a esta hermosa región, el calor de la canícula se siente más abrazante que en años anteriores. Los grandes árboles mitigan los rayos del mediodía ofreciendo sombra y aire fresco a las verdes matas de café que ya cargan abundantes granos verdes, sobre todo en las zonas más bajas. Abundan los jinicuiles que algunos comercializan en la ciudad, los arroyos han bajado su caudal, pero siguen ofreciendo la frescura de su vital líquido y la arrulladora melodía de su cauce. Los campesinos empiezan labores muy temprano para “ganarle al sol” con la misma alegría de siempre. En la finca trabajan con gusto al mismo tiempo que chiflan y cuentan anécdotas. Como en estos días hay luna llena y se comenta en la radio del eclipse, uno de los campesinos le pregunta al viejo cortador que todo lo sabe y lo que no, lo investiga; sobre el eclipse del ayer viernes. El sabio curtido por muchas lunas y forjado por la fragua de muchos soles caniculares, explica: “No se vio en México, solo del otro lado del mundo donde era de noche, pero lo interesante es que la luna se tiñó de rojo y se produjo una alineación de Marte, la Tierra y el sol. Fenómeno único en este siglo”. Uno de los jornaleros le pregunta con especial curiosidad: “La Chave está panzona y dicen que el eclipse les afecta, ¿es cierto abuelo?... El viejo científico pragmático y bohemio, con singular sapiencia, responde: “Antiguamente a un eclipse de luna, se le achacaba que podía  afectar a las mujeres embarazadas, se decía que podría afectar a los bebés, es decir nacer con alguna mancha, lunar o en caso extremo deformación; por esta razón a muchas mujeres se les aconsejaba ponerse una faja roja, o ponerse algo de metal como cucharas para impedir que el sol o la luna ‘mordiera a su bebé’. Sin embargo, la ciencia no ha encontrado evidencia de que los eclipses sean causantes de tales deformidades o de otros problemas durante el embarazo. No hay ningún problema”. Como se dio cuenta que había acaparado la atención de todos los jornaleros, no desaprovechó para extenderse: “Como eso, muchas creencias han ido cambiando, a veces desapareciendo, como muchos oficios. Ya casi no hay curanderas que de chamacos nos tronaban el empacho y el cuajo, nos curaban de espanto y nos recogían la bilis. La vida va cambiando y la tecnología y la modernidad van dejando a la historia oficios como el de zapatero, ya casi no hay herreros que herraban a los caballos. Antes había afiladores que con su silbato característico recorría los pueblos, tampoco se ven los soldadores que reparaban las ollas de peltre. Bajaban carboneros con sus burros cargados que repartían por las calles, o con alfajías y tablas que olían a madera fresca. Bueno ya casi ni boticarios existen, que con unos polvos machacados te curaban de todo. Muchas cosas se van acabando o dando paso a nuevas costumbres y productos”. Con visible nostalgia de recuerdos idos de pasadas glorias, el viejo se quita el sombrero y se limpia el sudor, solo para concluir y enfilarse a la melga. Pero lo escucharon balbucear: “Lo que no cambia es la política. Mismas promesas, mismas mentiras y las mismas mañas de siempre. Ahí tienen al nombramiento del fiscal anticorrupción, igualito que Duarte, quiere que le cuide la espalda cuando se vaya. Pero se lo van a echar abajo una vez que lleguen los de Morena. Los carniceros de ayer, serán las reses de mañana…”

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