lunes, 30 de julio de 2018

Con-Ciencia - Por Sergio Jimarez

Pienso, luego existo

“Para averiguar la verdad es preciso dudar, 
en cuanto sea posible, de todas las cosas”
René Descartes


¿Qué es una verdad? ¿Cómo se manifiesta la realidad? ¿Es posible confiar plenamente en nuestros sentidos? Estas preguntas plantean la posibilidad de que las verdades absolutas sólo existen en cierto grado, ya que las circunstancias externas ocupan gran parte de nuestra percepción y al ser observadores subjetivos, entramos muy pronto en disparidad de opiniones (así sean hechos comprobables), aunque no es lo mismo que decir que un hecho científico puede no ser cierto; la diferencia está en el sentido de que cada persona abstrae de manera distinta la realidad, por ejemplo, la tonalidad de los colores o la capacidad auditiva para ciertos sonidos, ¿Qué pasaría si siempre empleamos un error sistemático en todas nuestras mediciones? O en un caso muy extremo, ¿Qué tal si la naturaleza viene siempre con defectos o imprecisiones que no podemos separar o corroborar? 

Todas estas cuestiones no son más que ejercicios mentales con un perfil filosófico, la duda y la curiosidad nos puede conducir a obtener grandes razonamientos e incluso descubrimientos, tanto personales como más trascendentes en un sentido científico. La ciencia siempre va acompañada de una rigurosidad en todos los componentes del proceso del conocimiento, pero eso no significa que siempre haya sido así o que nunca se haya “mezclado” con otro tipo de ideas (misticismo, leyendas, mitos). 

Durante la edad media, las corrientes filosóficas y científicas estaban gobernadas en su mayoría por las ideas religiosas, el cristianismo se dispersó de tal manera que la causa y efecto de todos los fenómenos eran resultado de un ente o medio supremo que lo regía todo y obligando a adoptar este principio sin derecho a cuestionamientos. La claridad en el avance de la ciencia y la tecnología poco a poco fue orillando el tema de la religión a un punto separado de la naturaleza, pero también requirió del trabajo filosófico de los grandes pensadores ya que la ciencia no pretende explicarlo todo de un golpe, sino que se basa en la construcción de componentes funcionales. Uno de los grandes hombres de ciencia que se encargó de separar los dos tipos de pensamientos fue René Descartes. 

Descartes nació en la región de La Haye en Touraine, Turena, el 31 de marzo de 1596, de una vida enfermiza y un poco agitada, es uno de los mayores referentes tanto de la ciencia como de la filosofía. Sus contribuciones dieron origen en matemáticas, a la geometría analítica; en física, el mecanicismo (corriente que postula que todo tiene una explicación natural y regida por el movimiento y las transformaciones del mismo); y en la filosofía, hizo contribuciones en el racionalismo. Como particularidad, dio fuerza a las corrientes que separan el conocimiento científico del religioso, este punto fue muy importante porque también se puede dar fuerza a los cuestionamientos de la fe, es decir, no despreció ningunos de los dos aspectos. 

Los fundamentos filosóficos de Descartes postulaban que ante todo, se debe dudar, dar por hecho cualquier concepto, podría conducir a juicios erróneos; además, de que todo planteamiento racional se debe separar en sus partes más elementales, para que las verdades que se encuentren puedan ser lo más integral posible. Todas estas ideas le permitieron establecer procedimientos que al día de hoy funcionan muy bien. Una de las más grandes mentes que abrió el camino a otros grandes científicos. 

La filosofía es la madre de todas las ciencias, gracias a ella podemos tener el primer acercamiento sobre lo que es el saber y hacia dónde va, podemos conceptualizar cualquier idea y analizarla para el fin que buscamos; más que encontrar verdades universales, nos ayuda a encontrar las verdades que necesitamos como personas individuales.

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