Los Tratados de Córdoba son los documentos que establecieron la independencia mexicana del imperio de España después de la conclusión de la Guerra de Independencia.
Fue firmado el 24 de agosto de 1821 en Córdoba, Veracruz, México. Los firmantes fueron el jefe del Ejército de las Tres Garantías, Agustín de Iturbide, y actuando en nombre del Gobierno español y Jefe Político Superior, Juan O’Donojú. El tratado de Córdoba cuenta con diecisiete artículos, que se desarrollaron sobre las propuestas del Plan de Iguala. Es el primer documento en el que gobierno español y las autoridades mexicanas aceptan la libertad de lo que se convertiría en el primer imperio mexicano, aunque no es hoy reconocido como el momento fundacional de la independencia, ya que estas ideas son a menudo atribuidos al Grito de Dolores (15 de septiembre de 1810).
En el tratado de Córdoba, Nueva España “México” es reconocido como un imperio independiente, que se define como “monárquico, constitucional y moderado”. La corona del Imperio Mexicano fue ofrecida a Fernando VII de España. En caso de que no se presentara en México dentro de los plazos que se determinen por las Cortes de México (parlamento) para tomar el juramento el cargo, la corona sería ofrecida en orden a sus hermanos, los Infantes Carlos y Francisco, y su primo, el archiduque Carlos o a otro individuo de una casa real, a quien las Cortes determinará. En el caso de que ninguno de estos aceptara la corona (como de hecho ocurrió), el tratado establece entonces que las Cortes pueden designar a un nuevo rey, sin especificar si la persona necesita pertenecer a una casa real europea.
La idea de esta última cláusula no se había considerado en el Plan de Iguala, y se añadió convenientemente por Agustín de Iturbide para dejar abierta la posibilidad de adjudicarse la corona. Al mismo tiempo, O’Donojú, como capitán general y jefe político superior, no tenía la autoridad para firmar un tratado, pero estaba interesado en la preservar la corona de México para la familia real española, y probablemente firmó sin tener en cuenta que Iturbide podría tener intenciones sobre la corona del nuevo estado.
El 27 de septiembre del año 1821, el Ejército de las Tres Garantías entró triunfalmente en la ciudad de México y al día siguiente la Declaración de Independencia del Imperio Mexicano fue promulgada. Las Cortes Españolas no aceptaron la validez del Plan de Iguala, ni el Tratado de Córdoba. Por lo tanto, el Congreso mexicano eligió a un monarca mexicano el año siguiente. Por tanto, Agustín de Iturbide fue proclamado emperador de México el 18 de mayo de 1822. La monarquía en México fue de corta duración, y después de la Revolución del Plan de Casa Mata, de tendencia republicana, fue establecida la república como forma de gobierno.
Aunque más tarde, en el año 1863 se restablecería la monarquía a manos de Maximiliano de Habsburgo y se iniciaría el Segundo Imperio Mexicano, pero también de corta duración hasta la restauración republicana en 1867, emprendida por Benito Juárez y con la ayuda de los Estados Unidos de Norteamérica que no veía con buenos ojos el establecimiento de un monarquía europea en suelos americanos. Los republicanos lograron reestablecer la República Mexicana y expulsar a las fuerzas europeas francesas, austriacas, belgas, entre otras de forma efectiva.
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