lunes, 27 de agosto de 2018

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez

Entre dudas y arrebatos.- 
Se siente el peso del día. El sol en su punto más alto abraza hasta el sofoco. El golpe monótono del hacha en el inerte tronco hace eco en la cañada y alterna  con un atípico alboroto de las chachalacas y las poposcalas en un inequívoco barrunto de que un temporal está en puerta. Los hombres, enjutos y correosos por el rudo trabajo pasan el dorso de la callosa mano por la frente cubierta de sudor que también provoca un ligero cosquilleo cuando suave se desliza por el pecho y la espalda.

Vamos a echarnos un “cinco”, dice uno de repente. Sentados en el suelo permanecen en silencio afilando su herramienta, actividad que suspenden para darle una chupada a su “alas estras”; sin más, uno suelta: Me gusta Zitarrosa creo como él, que “un solo traidor puede más que mil valientes” y que “la vida es cruel”. Le replica su acompañante: “No estoy de acuerdo en lo que dices, creo por el contrario que la vida es bella y única, porque la otra, la prometida es una ilusión, una alegoría, una metáfora, y lo mas triste, un instrumento de opresión”. “Admite al menos que la vida es una ironía”, obtiene como réplica. “Explícate” le pide. “Suele darte las cosas a destiempo y cuando le tomas sentido, se te desliza como agua entre los dedos y no hay poder alguno que pueda evitarlo ni riqueza que sirva, ni orgullo que levante, ni belleza que seduzca ni plegaria para invocar. Recuerdo mi glotonería por el pan cuando no podía comprarlo, mi gusto por el chicharrón gordo acompañado por una salsa de habanero con un cerro de tortillas y tener que esperar un día de fiesta para poder comerlo, vamos, mi dificultad para conseguir compañera y tener que conformarme con un estéril y arrebatado soliloquio que solía convertirse en habito, que llena de culpa, y mira la ironía, hoy los postres no se me apetecen, se me repite la conveniencia de medirme en el comer y el sentido de las compañías es otro, vuelven los soliloquios, pero ya sin arrebatos, sin ausencias ni necesidades”. Luego de un momento de silencio que pareció extenso, le dicen con emoción: “tu reflexión es respetable, aunque creo que ante la vida lo que cuenta es tener un actitud positiva y buscar hasta encontrar el lado bueno de las cosas, hoy por ejemplo, la jornada es extenuante, pero el descanso se siente delicioso, llegar a casa, echarse un trago y ver sobre la mesa la frugal comida, es como degustar el vino más refinado y los manjares más exóticos. No es que las cosas se den a destiempo, creo que todo se da cuando debe de darse y el secreto está en vivir cada momento como si fuera el único, el ultimo. Hay que vivir agradecidos, con esperanza de que vendrán momentos de felicidad, quizá también de dolor, porque eso también es vida”.

Compadre se acabó el “cinco”. De nuevo el golpe seco que hiere, que mata el silencio, que redobla haciendo eco, que ahuyenta a la quietud de la vida silvestre, que agota, que provoca cansancio, que fortalece, que honra, que conjura tentaciones y luego… el descanso, el pensamiento, el sentimiento, la duda que carcome: ¿existe otra vida? ¿Quién lo sabe?... pero si existiera seguramente le estaría vedada a quien no valora esta.

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