lunes, 27 de agosto de 2018

DESDE LA FINCA - Por: El Cortador

De edades y festejos.- Se acaba agosto y las lluvias se hacen más frecuentes sin dejar de sentirse el calor de verano. Los cafetales ya están cargados de verdes granos que en breve se irán tornando amarillos y posteriormente en rojo encendido de los frutos del trabajo. Los ciclos se cumplen, los jornaleros toda su vida la han girado en torno a la cosecha, al mantenimiento de las fincas y a la renovación con distintas variedades. Saben que habrá buena cosecha y se reactivará la economía. La tierra es generosa con quien con gusto la cuida. Ofrece abundancia sin dedicatoria, para todos, hasta para el que la maltrata. Los compas al final del jornal, de camino al rancho comentan sobre el retiro de los ambulantes. Sin detenerse, como diciéndolo para sí mismo, el viejo sabio campesino, jerarca de los cafetales y oráculo del destino, comenta: “Se tardaron muchos, debieron correrlos a chingadazos desde hace tiempo, pero les faltaban guevos”… los pocos que lo escucharon trataron de que continuara el tema, pero no les respondió. “Abuelo, cómo vas a celebrar tu día, el día del anciano?” A lo que el patriarca de las cañadas refuta: “Viejos los cerros y reverdecen… hay viejos de treinta años y habemos jóvenes de más de ochenta, la edad está en la mente… es cuestión de actitud… por cierto hay que ir a la fiesta de Santa Rosa el 30, en Teocelo, se pone bueno el baile y siempre hay abundante comida y cervezas…” La costumbre de saltar de un tema a otro, confunde a los que no lo alcanzaron a escuchar… ¿Cómo le haces para estar tan bien abuelo?... “¡Pérate!, primero les cuento que cuando vivía mi compadre Manuel Sánchez y funcionaba la molienda, eran grandes fiestas que duraba varios días, en Santa Rosa pasaba el tren y cargaba panelas. Había mucho café y caña de azúcar, llegábamos el 29 para el alba y las mañanitas y de ahí al festejo en grande, con buen aguardiente pa’ acompañar el mole…” Pero le insisten: ¿Cómo te conservas tan sano, sabio y fuerte? A lo que el viejo roble, con arrogancia explica: “Aprendí de los viejos, aquellos que escasamente sabían leer, pero estudiaron en el libro de la vida. Aquellos que combinaron el conocimiento con la experiencia y lo convirtieron en sabiduría. Los abuelos del siglo pasado fueron una valiosa fuente de experiencia, pragmatismo y serenidad, además de memoria viva sobre los asuntos del campo. Aprendimos que no se trata de vivir más tiempo, sino mejor. De que lo que se aprende, se debe aplicar, si no de nada sirve. Que no hay recetas mágicas, sino reglas lógicas que están en el interior de cada uno, por eso la felicidad es individual y luego hacer feliz a los demás”. Ya encarrerado, sin darse cuenta todos se detuvieron bajo la sombra de un frondoso encino y lo rodearon escuchándolo con mucho interés. Por lo que le viejo continúa, con la emoción de tener al auditorio extasiado: “Te beneficia tener amigos, disfrutar el trabajo, convivir con los niños, ser feliz con lo que la vida te da, amar a la familia, ser positivo y optimista, reír a diario con sentido de humor, dar gracias, ayudar al que necesita, no hacerle daño a nadie, comer y beber con gusto y moderación, abrazar a quien amas, seguir aprendiendo, no esperar demasiado de los demás, meditar u orar en silencio, sentir y admirar el universo de la creación, y sobre todo, hacer todo con amor…” No faltó quien se perdió alguno de los detalles por lo que volvió a preguntar: ¿Entonces, hay que hacer todo eso para ser feliz?... Empezando a caminar rápidamente y todos tras de él, con firmeza, recalca: “No pendejo, cada uno lleva el universo en su corazón. Quien no encuentra nada bueno en su interior, tampoco lo hallará afuera. En cambio, aquel que ama, valora y disfruta lo que tiene, también recibirá los dones de la creación…

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