DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez
Triste debe ser vivir sin fe, vivir sin creer en algo, sin la emoción y la esperanza de que podemos construir un mundo mejor. Creo que en el imaginario social domina la aspiración de alcanzar un estado de cosas diferente y ese afán explica comportamientos colectivos como el que vimos en la elección más reciente.
Legítimo es el propósito de cambiar, con el ánimo de lograr una sociedad cuyos patrones de conducta tengan que ver con la participación responsable, la inclusión, la solidaridad, la tolerancia, la transparencia y el respeto a la legalidad y a las instituciones; pero esa esperanza, está más que visto, no la podemos fundar en un mesianismo exacerbado por más que se llame así mismo honesto y valiente; sino en nuestra capacidad para formar, cuidar y proteger a lo más valioso que tenemos: nuestros jóvenes y niños. Luego, la reflexión urgente. La pregunta obligada: ¿Qué estamos haciendo con ellos?
Las estadísticas muestran que los desaparecidos y ejecutados son casi siempre jóvenes; los índices delictivos más alarmantes se dan entre los jóvenes y la población penitenciaria está conformada principalmente por jóvenes. No sorprende ver en las escuelas, incluso de nivel básico, graves casos de adicción. Adolecentes que se auto infringen lesiones en un comportamiento patológico y evidente desajuste emocional ante la indolencia de los padres y la indiferencia de directivos y docentes, por señalar solo algunos ejemplos.
Ante esta realidad conviene preguntarnos si tenemos ganado el derecho para aspirar a una sociedad mejor; esta realidad angustiante que lacera, requiere la aplicación de políticas públicas coordinadas entre los tres niveles de gobierno, políticas que hoy no vemos, lo que priva es la frivolidad oficial, se olvidan de lo sustantivo por buscar el evento lucido que dé la mejor foto para aparecer en las páginas de sociedad y los pocos apoyos se otorgan sin programa y con un manifiesto interés de rentabilidad política y lucimiento personal.
Los mismos SIPINNA, si no se bajan de lo etéreo y asumen prácticas concretas in situ, para proteger a niñas niños y adolescentes en situación de riesgo, no pasarán de ser otra entidad burocrática por demás inútil.
Es imperdonable que los lugares donde debieran estar más seguros, los niños sufran los actos más atroces. Indigna saber que un solo sujeto abuse de decenas de infantes en un Jardín de Niños. Cómo puede suceder eso sin que nadie se dé cuenta. Cómo entender a la pederastia en el ejercicio de pastoral religiosa, en escuelas e incluso dentro del seno familiar. Detrás de cada niño que manifiesta comportamientos patológicos, detrás de cada joven que delinque, existe un drama que amerita ser conocido para entender y comprender.
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