La ceremonia del tradicional Grito de Independencia del presidente López Obrador en el Zócalo de la CDMX el 15 de septiembre estuvo lleno de los simbolismos propios de su gobierno. No precisamente fue un mensaje de reconciliación nacional ni de “contenido austero y republicano” porque no estuvieron los balcones de Palacio Nacional llenos de invitados y sólo haya aparecido en el balcón central AMLO con su esposa. En realidad, como se sabría minutos después del Grito, sí había muchos invitados especiales en los amplios patios del representativo edificio, pero no fueron exhibidos ante los medios de comunicación y ante los asistentes a esta plaza mayor. Esto es algo vergonzoso para los propios invitados especiales y es una mentira a la población con tal de dar una imagen de supuesta austeridad.
Pero quizá lo más importante fue el hecho de que siendo un acto republicano; es decir, representativo de toda la república y sus instituciones, con la diversidad y pluralidad que les caracterizan, no hayan estado presentes los representantes del Poder Legislativo y del Poder Judicial. Eso dejó desprovisto de auténtico republicanismo al acto. Al presidente le incomodan los otros poderes, le incomodan y detesta los contrapesos. El mensaje entonces es claro: “aquí mando yo, yo soy el poder máximo del país. Este acto, mi primer grito, es mío y lo comparto directamente con el pueblo allí abajo”. Dicho de otra manera: “El Estado soy yo”.
Si a eso le sumamos que varias de “las vivas” lanzadas por el Presidente son esencialmente falsas y engañosas, el asunto se torna todavía más preocupante porque se presentan como si fueran la esencia de su gobierno. Ese grito a favor de la “democracia” nada tiene que ver con la pretensión del Presidente de querer estar presente a las boletas electorales en el 2021 por la vía de la figura de la “revocación de mandato” puesto que en realidad quiere sentar el precedente para ampliar su periodo otros seis años o más con el argumento de que “el pueblo lo pide”, ya que seis años “no son suficientes”. Tampoco tiene nada que ver ese “viva la democracia” con sus ataques al INE y su intención de desaparecerlo, aun cuando ha sido garantía de realización de comicios limpios y democráticos.
O tomemos el caso de “vivan las madres y padres de nuestra patria” cuando ha eliminado las estancias infantiles, los apoyos para los refugios de mujeres víctimas de la violencia y reducido los recursos para la prevención y tratamiento del cáncer de mama. Se trató de un Grito de Independencia lleno de falsedades, como el de “vivan las comunidades indígenas” de nuestro país, ya que para el 2020 quieren reducir casi la mitad del presupuesto para atender los programas destinados a la atención de los pueblos indígenas de México.
No estuvimos, pues, ante un evento que pueda significar el inicio de una reconciliación nacional o de cambio de estrategia para respetar a los poderes, a los órganos autónomos y a la prensa. Una reconciliación nacional verdadera significaría respeto a todos los que no piensan como él, dejar de verlos como sus enemigos y respetar sus puntos de vista.
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