martes, 17 de septiembre de 2019

ESPRESSO CORTADO Gilberto Medina Casillas





¿Qué es la historia?


Voy a puntualizar mi marco lógico: la historia es el estudio de los eventos constituyentes de los procesos de formación y transformación social. Ahí está.

Ahora, voy a hacer una disección de un texto, procedente de los archivos de la Universidad de Chile, que pretende asumir que si la historia no es ciencia las otras tampoco lo son.

‘La imposibilidad de establecer leyes, al estilo de las ciencias naturales, en el desarrollo de las sociedades humanas constituye uno de los principales argumentos para negarle a la Historia el carácter de ciencia, cuestionamiento cada día más endeble a la luz de la actual crisis de la ciencia’.

El intento de establecer leyes en la historia, con el fin de legitimar el status científico de este quehacer, condujo a varias corrientes educativas a forzar los hechos de la historia en función de esquemas apriorísticos, generalmente de tipo ideologizante. Es conocido el callejón sin salida al que arribó el dogmatismo cuando estableció que, por una ley histórica inexorable, todas las sociedades deben pasar por la secuencia: comunismo primitivo - esclavismo – feudalismo – capitalismo’. Y otros completan este ciclo fantasioso con – socialismo.

‘La discusión sobre si la Historia es una ciencia sólo tiene sentido en la medida que sirva para definir sus marcos lógicos y poder así mejorar su método de análisis y sus técnicas de investigación’. Este aserto es absolutamente correcto y corresponde a lo que esperamos de la historia como una disciplina de estudio. Estamos hablando de congruencia. Y nuestro amigo continúa: ‘Lo que interesa verdaderamente es la producción de conocimientos con contenidos que contribuyan a explicar el devenir de las sociedades, mediante procedimientos verificables’.

Puede haber historiadores que cumplan con los requisitos establecidos por la metodología tradicional, pero la ideología que manejan los conduce a encubrir la realidad al servicio de proyectos pasados y presentes de la clase dominante. ¿Acaso no fueron consagradas como verdades para las academias nacionales de la historia, las conclusiones de varios historiadores famosos y reconocidos, al servicio de reyes y príncipes, como absolutamente fiables? ¿Y descalificadas las obras, por ejemplo, de un Mariátegui, por cuestionar las supuestas verdades de la historiografía oficial? Por consiguiente, lo que debe preocuparnos no es si una producción histórica es calificada de científica por un autonombrado tribunal del saber, sino si ha sido capaz de explicar, con pruebas, los procesos de cambio de la sociedad estudiada, si ha utilizado adecuadamente el método para la prueba histórica, si ha sacado una correcta inferencia de los procesos ocurridos, trascendiendo a la mera anécdota o suma de informaciones.

Ciencia o no, para mí esa discusión no tiene la menor importancia, el análisis histórico debe cumplir cabalmente con lo enunciado en el párrafo precedente. Pues ya está, quienes estudian la historia deben hacerlo con objetividad y argumentación fehaciente. Lo cual no ocurre. La frase ‘la historia la escriben los vencedores’ nos suena incuestionable, esa es la historiografía, manejada por los medios de comunicación como aparatos ideológicos del estado (la frase es de Althusser), pero no es así, la historia la escriben los pueblos en su dinámica social, económica y cultural, cada día. Una cosa es la historiografía (la narrativa conveniente para el poder político, colmada de imprecisiones y desaciertos) y otra, la historia viva.

Yo afirmo que la historia no es el conocimiento hacia atrás, hasta donde lleguen los vestigios y las fuentes documentales, sino lo que ocurre en las sociedades hoy; y poder prever (prognosis) lo que va pasar a las naciones en el futuro próximo, si las cosas siguen como van. Y en su caso, ¿qué podemos hacer para establecer condiciones para modificar el rumbo, si este nos lleva a callejones sin salida?

Termino con un apunte de Sergio Fernández Riquelme, investigador de la Universidad de Murcia:

‘Así pues, cada generación tiene la obligación, de escribir su historia. Todo historiador, cronista de un presente que se agota a cada segundo, debe contar para narrarla con un aparato metodológico y una línea teórica que responda, de manera sistemática, a las preguntas que los hombres de una época lanzan sobre las posibilidades que en el pasado se dieron, y entre las que eligieron sus antepasados. Conocer el camino elegido por la humanidad en su evolución cultural, a nivel local o global; así, descubrimos los límites y oportunidades que el “tiempo”, categoría esencial en la Historia, nos da a nuestra libertad’.



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1 comentario:

  1. Mi querido Gilberto, agradezco tu invitación.
    no pretendo hacer una elaborada disertación, pues la visión de cada una es indiscutiblemente una creación original que no se trata de imponer a otros, Simplemente de posicionar tu postura y ser congruente con ella. Cada quien es dueño de interpretar los hechos como mejor le plazca. Lo que importa es escuchar y dialogar. Me gusta tu postura, irreverente para crecer en la dinámica del intercambio de ideas. En el imaginario colectivo a la mayor parte de la gente le importa un rábano qué es la historia, quizás lo importante es vivir el presente, entenderlo para interpretarlo a la luz de los hechos sociales, políticos, económicos locales, nacionales y mundiales si el discernimiento les da para tanto. La mayoría desarrollan una miopía social pasmosa y una ausencia de solidaridad y de compromiso con los demás.

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