Hay que rezar.-
En memoria de Andrés Delgado y Alfonso de la Parra. I de II partes.
Cuando Andrés se despidió de su familia, eran finales de septiembre de 2006. Partía rumbo a la India, para enfrentar un nuevo reto como alpinista profesional, el desafío era el Changabang, de la cordillera del Himalaya indio. Una montaña muy difícil de escalar, donde los accidentes mortales son muy comunes. Andrés lo sabía, y era uno de los retos perfectos para su filosofía de buscar siempre lo difícil, lo poco común. Ver a sus hijos Iñaki, de tres años y Amaya de uno, llorando, le partió el alma. Christine, su esposa, con su silencio mostraba preocupación por la profesión de su marido. Vivían en Valle de Bravo.
Alfonso de la Parra, su compañero de expedición, con muchas dudas, aceptó finalmente la invitación de Andrés para ser los primeros mexicanos en la remota montaña. Ricardo Torres Nava, después de la misteriosa desaparición de los alpinistas en el Changabang, me comentó que Alfonso no quería ir a esta expedición, y que Andrés lo convenció de acompañarlo. Que ambas familias se habían distanciado -aunque no lo expresaban- y la familia de Alfonso culpaba a Andrés por lo sucedido.
Una situación hasta cierto punto humana, el clásico “si no hubiera”. Aunque es difícil aceptarlo, hay situaciones de la vida que no pueden ser calculadas ni modificadas, que van más allá de la comprensión humana. Muchas veces una situación inesperada nos salva incluso la vida. Lo que sí puedo atestiguar es que de lo que huimos es a lo que tenemos que estar enfrentando. Es con lo que nos encontramos frecuentemente.
Me aterrorizan los micrófonos, tener que hablar en público. Siempre huyendo, me topé con la boda de mi hija; ni para donde correr. Fue un rotundo fracaso, pero logré hacerlo. Me sentí muy satisfecho de haberlo logrado, aun con que el remate de mi intervención no pudo ser más desastroso. Terminé con una frase lapidaria, cuando invité a todos a comer, para un momento tan especial y soñado por mi hija, quien me quería matar, “¡¡¡Y ahora vamos a darle que es mole de olla!!!”.
Andrés nunca huyó de nada, sabía cuál era su destino. Su ideal de libertad era muy claro y en alguna ocasión me dijo “¡José Ramón, si me metes a una oficina, me muero!”. Manejaba frases muy padres. Una frase que recuerdo, de Víctor Frankl, superviviente del holocausto nazi: “El hombre que se levanta es aún más fuerte, que el que no ha caído”.
Una llamada por la madrugada. Habían hecho cumbre.
Eran el 11 de octubre por la madrugada en México. Alfonso de la Parra se comunicó por teléfono con su esposa Lenny y le confirmó que habían hecho cumbre con Andrés, estaban deshechos por el esfuerzo, pero también muy contentos. Era un ascenso histórico, eran los primeros mexicanos en la cumbre del Changabang. Le pidió que lo comunicara con sus hijos que dormían. Su esposa le pidió que les llamara después.
Continuará…
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