El nacimiento de la Sociedad.
Segunda de dos partes
(Imaginería descriptiva previa a los modos de producción)
[Visión panóptica del inicio de la sociedad humana con tintes de Rousseau y de Hegel.]
Las sostenedoras.
Nuestras madres asumieron por propia naturaleza y conveniencia, el papel de sostenedoras de la comunidad. Tenían, alimentaban y cuidaban a los hijos, desarrollaron la idea de la vivienda familiar que vino a convertirse en un concepto de pertenencia e identidad: mi familia, mi hogar. De madres a hijas fueron trasmitiendo los conocimientos sobre las plantas alimenticias, su siembra, cultivo y aprovechamiento, así como el uso del fuego para cocinar los alimentos, para lo cual demandaron los utensilios necesarios, ollas, platos, vasijas, cuchillos, tenedores, tazas, etcétera; cosas que hicieron toda la diferencia con la cultura de las cavernas, que predominó durante centurias antes del advenimiento del concepto hogar.
Los artesanos.
La naciente comunidad demandaba utensilios diversos. Si bien los cazadores solían construir sus propias armas, requerían de accesorios. Las sostenedoras, demandaban utensilios para cocinar y cultivar la tierra. Hombres y mujeres hábiles nos dimos a la tarea de inventar maneras de construir objetos útiles a la comunidad. Así nació la rueda, concebida para trabajar las piezas de alfarería. El tallado de la madera, curtido y empleo de las pieles de animales y el uso de los metales. Los artesanos, inteligentes y tesoneros, fuimos creando multitud de cosas, cada vez mejor construidas. Caminamos por la vía del perfeccionamiento y de la innovación, incorporando nuevos procesos para hacer una muy diversa clase de artículos. A partir de la complejidad de los procedimientos, según las cosas que se producían, tuvimos que especializarnos: alfareros, orfebres, curtidores, hilanderos, carpinteros, albañiles, y en todo aquello que devino la especialización artesanal.
Los exploradores.
Nosotros, llevados por la curiosidad e imponiéndonos la obligación de conocer qué había más allá de los cerros, y los ríos circundantes, nos convertimos en viajeros. Penetramos los espesos bosques, escalamos las altas montañas, surcamos los anchurosos ríos. Muchos perdieron la vida, pero otros descubrimos nuevas tierras, y dimos con otros hombres y mujeres que habitaban aquellos lejanos parajes. Regresamos a nuestras aldeas con conocimientos de aquello que estaba lejos.
Los mercaderes.
Algunos de nosotros escuchábamos atentos cuanto nos decían los exploradores. Si hablaban de montañas, les inquiramos por los árboles y sus frutos. Si relataban sus travesías por el mar, pedíamos noticias de los peces y las islas, las distancias y el tiempo. Cuando oímos hablar de lugares poblados por personas de lenguas trastocadas, y supimos, medianamente, cuales cosas ajenas a nosotros tenían por allá, nos admiramos pensando en tenerlas nosotros. Aprovechando las primeras noticias y rutas que hacían viable un contacto con esa gente, nos decidimos, en grupos o en solitario, por ir a conocer esas partes. Algunos exploradores nos llevarían con ellos de vuelta a una ciudad del otro lado del mar de enfrente o detrás de las azules montañas. No nos resultó difícil decidir que nosotros nos llevaríamos cosas de provecho que los artesanos construían aquí, en la tribu. Como nuestras cestas y chinchorros de hilo de cáñamo, nuestras ollas de barro endurecido, nuestros machetes de hoja de palmera requemados y endurecidos con baba de plátano. Algunas de nuestras semillas, muy guardadas, ocultas en el cargamento, para ser mostradas ya que se hubiera creado confianza con esos alienígenas; así como puñados de hierbas aromáticas y plantas medicinales bien secas. Faldas de mujeres, largos taparrabos varoniles, confeccionados con telas de algodón rosado; y calzado de cuero de castor. Unos nos embarcamos, otros hicimos caravanas. Todos volvimos con cosas distintas, trajimos cosas útiles, como sartenes de hierro, utensilios de metal que son herramientas para cortar, para enderezar, para asar, para arar. Siglos después apareció la moneda. Entonces vino la catástrofe, las cosas se convirtieron en mercancías y se les atribuyó un costo, un valor nominal y un precio en la moneda corriente.
(Pausa de cinco mil años)
Se encienden las luces de la aurora del nacimiento de la sociedad actual, en asentamientos humanos identificados sobre la geografía de la Tierra. Adelantito, el trabajo y la moneda de cambio (el dinero) desencadenarán los modos de producción, distribución y consumo, que harán de la sociedad una economía política. La cual, nos dicen los mercaderes, viene a resultar de una ‘catástrofe”, que fue cambiar el valor de uso por el valor de cambio, a las cosas.
_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
No hay comentarios.:
Publicar un comentario