martes, 4 de febrero de 2020

Cerca del Cielo. Por: José Ramón Flores Después del límite



Después del límite.-

En reciente charla de montaña con dos buenos amigos, surgió una anécdota fuera de serie, algo que al decirlo, se expresa de manera simple, una simplicidad que no hace justicia, a semejante odisea. Un alpinista con prótesis en ambas piernas, hace ya algún tiempo, hizo cumbre en el Everest. Por más que intento imaginar, como fue su progreso en las escarpadas y peligrosas paredes de esta montaña, no logro tener más que una frívola y vaga idea, hasta cierto punto, de cómo pudo ir superando la peligrosa ruta con dos piernas artificiales, cuando estando en condiciones físicas y mentales plenas, es toda una pesadilla de esfuerzo y miedo.

Lo mas impresionante y estremecedor fue que al bajar de la cumbre, lo que tenía aun de piernas se le congelaron, le tuvieron que amputar dos tramos más, arriba de los muñones. La montaña no tiene consideración alguna, es cruel y despiadada, aun con quien hace hasta lo indescriptible y en condiciones físicas disminuidas, por llegar hasta lo alto de ella. Lo de este alpinista no tiene paralelo, ni comparación, son historias desgarradoras del montañismo. Mientras se hablaba de este tema, pensaba para mis adentros, que lo poco que hice en montaña, comparado con esta odiosea, no tiene la mínima importancia ni mérito alguno.

¿Qué es lo que impulsa a un deportista a desafiar al Everest de tal suerte que podría parecer un suicidio planeado? ¿Qué pensará la familia de esta empresa, la esposa -si existe-, los hijos? ¿Qué será lo que pasa por su mente, y cómo enfrentará todos los peligros, dependiendo de prótesis? No sé, una violenta avalancha, caer en una grieta, etc. La única vez que estuve colgado en una pared en una montaña en Bolivia se convirtió momentos auténticos de terror y angustia. El Everest es pasión y muerte; en su ruta se encuentran muchos cadáveres de alpinistas en su intento por subir. Son mudos testimonios de que las montañas son peligrosas y crueles y, muchas veces, despiadadas.

El valor de este montañista es digno de mucho respeto y reconocimiento. También imagino el dolor que debe de haber sentido en lo que tenía de sus extremidades, conforme iban bajando, y sus partes congeladas, como si estuvieran anestesiadas para una cirugía, volvían a tener sensibilidad.

No cabe duda de que la mente es un océano profundo, infinito y misterioso. ¿Qué es lo que se busca en la práctica de deportes extremos como el toreo, la carrera de autos, motocicleta, la escalada extrema en roca, sobre hielo y en alturas insólitas? Quienes lo realizan, tendrán cada uno, una respuesta a semejante interrogante; por tanta osadía y desafio. Al estar con ellos, se ven tipos normales, no son locos tampoco, sin aspiraciones insólitas.

Yo mismo, que no puedo compararme siquiera con estos personajes, en una ocasión, casi me mato en el Pico de Orizaba, a la altura del labio menor del cono. El crampón de un pie se atoró con la cuerda del otro crampón y me jaló el pie. Salí volando como un pájaro y en el aire di una vuelta de campana para caer de espaldas sobre la cristalizada y pronunciada pendiente. Adelante había más de mil metros de pendiente y estoy seguro de que hubiera muerto o habría salido gravemente lesionado. Afortunadamente el piolet se enterró solo dos centímetros, los que fueron suficientes para detener mi caída.

¿Cuál es el sentido de ir a correr esos riesgos? No se sabe a ciencia cierta, muchas veces, el porqué de nuestros actos.

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