lunes, 17 de febrero de 2020

DESDE EL AULA



El ‘hubiera’, es una expresión que me resulta ociosa. Sin remedio me lleva a imaginarios que pudieron haber sido realidad pero no lo fueron, bien porque se impusieron decisiones diferentes, dominaron otras circunstancias o carecí de claridad para superar lo fortuito; sin embargo, el hubiera, me toma por asalto, repentino y pertinaz, se cuela en mi ánimo y me obliga volver la mirada hacia atrás y las preguntas aparecen incontenibles y la magia de la imaginación florece dando forma y contenido, textura y contorno, aroma y sabor, a mundos que tuvieron un momento de posibilidad y que ahora, tan solo, ilusión son.

Si hubiera comprendido los anhelos callados de mi padre, no añorara tanto sus charlas parcas con intervalos de silencio y el prodigio de su compañía. Si hubiera dedicado más tiempo al acompañamiento temprano de mi hijo, me dolieran menos los desencuentros. Si hubiera continuado en la senda de la docencia, seguro tendría un lugar en el palco de la academia. Si me hubiera empecinado en la barandilla, tal vez, hoy fuera un postulante reconocido. Pero decidí transitar otros caminos que me condujeron a otros escenarios y me dieron otros sinsabores, también otras satisfacciones. La vida es así, basta un momento, un suceso, una idea, una decisión, para que tome un rumbo inesperado, frente al cual hay que estar dispuesto a correr los riesgos y vivir cada instante sabiendo que puede ser el último.

Conjurados los ‘hubieras’, en los límites insospechados de la mente, se va fortaleciendo el pensamiento y la convicción de que la sucesión de momentos que constituyen una vida, cualquier vida, se corresponden a un plan preconcebido en un orden superior y que el mejor tiempo es el que se da y la forma en que se da, es decir, el hoy. El pasado ya se fue y el futuro quién sabe si llegará. Pero los hubiera “contumaces” se cuelan, en silencio… inevitables.

Pienso si la mirada de unos ojos que lo abrazan todo, si la risa transparente que se reparte sin regateos ni distingos, si la cadencia de un andar que cautiva y la empatía que se reconoce hasta el dolor, hubieran tenido otro momento y otro lugar, al correrse el telón, se vería otra trama y otro final.

Con la voluntad de un ‘no’ cuando es necesario, y el de un ‘sí’, cuando es urgente, con el coraje de luchar sin desmayo y la humildad de aceptar, el sentido de la vida hubiera sido diferente.

Otra vez el ‘hubiera’.



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