Invierno lluvioso.- La mañana estaba con un clima agradable, sin embargo al filo del mediodía, se soltó un fuerte aguacero que impidió que los cortadores siguieran su labor. Conocedores de los caprichos de la naturaleza, todos llevan su nailon, por si las dudas. Se refugian en pequeños grupos donde uniendo los hules, se protegen del raro y fuerte chubasco que duró cerca de una hora. Raro en invierno, pero ya no sorprende porque el clima ha cambiado mucho. Imposible regresar al corte porque todo está mojado, lodoso y resbaloso. Bajo un techo de lámina que se ocupa para pesar el café al final de la jornada, los campesinos esperan que descampe para regresar a su casa. Mientras, aprovechan para echarse un trago de aguardiente y fumar un cigarro, para sobrellevar el frío que provoca la humedad. La plática es amena y en voz alta, ya que el ruido de la lluvia obliga casi a gritar. El viejo cortador, con la experiencia que le han dado las más de ocho décadas de productiva existencia y con la templanza que forjan los duros jornales, sin que nadie preguntara, inicia un relato, que todos aceptan y escuchan, a sabiendas que les dejará una profunda reflexión o una importante enseñanza. Tras un buche de guarnís, que le inspira la elocuencia, les comenta: “Hace dos semanas que fuimos a Cosautlán a las festividades de la Candelaria, pudimos disfrutar la hospitalidad de los compas y de sus familias. Es un lugar hermoso enclavado en las montañas que durante años ha sido un gran productor de café, de miel y de aguardiente de caña. Sigue siendo bello el paisaje aunque su carretera está llena de hoyos. Pero platicando con los compas, uno percibe lo que mucho se escucha en las noticias del radio. Ellos, como nosotros, no entendemos nada de macro economía, ni de desarrollo, ni de cuestiones financieras; pero si sentimos en nuestros ingresos, por producir y por nuestro trabajo, una preocupante disminución en el poder adquisitivo. Mi compa Filemón, me platica que han bajado mucho los precios de venta de los productos que nos han mantenido por años. El precio del ganado por kilo en pie lo quieren pagar hasta en cincuenta pesos. La miel ha bajado de cuarenta pesos a solo la mitad o menos; y lo más importante, el precio del café está por los suelos. Al productor el kilo de café cereza, en esa zona, lo pagan hasta en cinco, pesos. En cosechas anteriores, llegó a valer diez pesos y cuando bajó lo pagaban a ocho. Si lo pagan en cinco y al cortador hay que pagarle tres pesos, al productor le queda muy poco para el mantenimiento de las fincas. El quintal ha bajado hasta mil seiscientos pesos, lo que implica una pírrica ganancia. Algo está pasando en el campo mexicano que nadie se ocupa en fomentar y estimular la producción. Algunos productores están abandonando los cultivos porque no les da. Son muchos los gastos para mantener una finca produciendo y ya casi ni se recupera lo que se le mete. Y hablar de apoyos del gobierno para el campo, ya ni se diga. Todos se quejan de que hace mucho que no hay apoyos de fertilizante o insumos. Todos esperábamos que este gobierno nos rescatara, pero ni su luz. El diputado local menos, se supone que es quien debe gestionar este tipo de recursos, pero ni se para por acá”. La lluvia empieza a disminuir y el cielo a aclararse. Luego de unos minutos haberse pasado el agua, deciden emprender el regreso a sus casas. No sin antes esperar el epílogo del comentario del sabio de los montes curtido por los temporales y estiajes de muchos años. Pero el viejo parece más preocupado que entusiasmado por continuar el preocupante relato, ya que es una realidad que repercute en toda la región cafetalera. Sabe que la misma situación se palpa en otros productos. Nada se puede hacer y sabe que hay que esperar con optimismo que los que dirigen al país, se den una vuelta por esta región y palpen las carencias que cada vez son mayores. Ya caminando por la melga que saca al camino real, con una sonrisa perversa, solo se concreta a decir: “Enero y febrero, el desviejadero…”
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