¿Cómo nos va a los mexicanos, bien o mal?
Este tema es complejo, por ende, controversial. Lo voy dividir en partes para darme a entender con la mayor precisión que me sea posible. Es indudable y de todos conocido, que el pueblo es el origen y destino del poder político. Emana de su voluntad electoral y se desempeña como gobierno en el marco jurídico constitucional.
Cosa que no es verdad. Pero no importa, el asunto es que hay un gobierno ahí puesto y un pueblo que justamente demanda crecimiento económico y bienestar social, en un marco de justicia y seguridad pública.
Este último párrafo no es opción, es una función inherente a la función pública. Entonces es fácil concluir que un buen gobierno impulsa el desarrollo socio económico y con ello, el crecimiento económico y el bienestar social, entendido este como el acceso de la población a los bienes y servicios disponibles. A los que los mexicanos acceden por medio del gasto proveniente de un ingreso y a los que el gobierno presta, aplicando el presupuesto de egresos, proveniente de la recaudación de impuestos y en el caso de México, utilidades de las empresas monopolizadas por el gobierno federal, Pemex y CFE, sin ir más lejos, que generan ingresos públicos.
De ahí provienen los recursos monetarios que el gobierno gasta discrecionalmente.
Una vez asentada esta parte, la del propósito, vamos a examinar cómo se mide el desarrollo de un país. Hay una medida que los economistas aman, que es el producto interno bruto (PIB). Suma de toda la riqueza generada en una nación, en un lapso determinado (tres meses, un semestre, un año.) Es confiable y de comparación internacional. Pero se limita a montos y no examina ni provee elementos para evaluar el impacto social de este crecimiento económico.
En este mismo contexto, a nivel mundial, se ha echado mano al Índice de Desarrollo Humano, otra forma con la se miden las condiciones de vida de comunidades, municipios, estados y países. Somos hombres y, nada de lo humano nos es ajeno. El Índice de Desarrollo Humano considera las siguientes variables, que proporcionan una imagen muy cercana a la realidad que viven los pueblos: Cálculo del índice de esperanza de vida; Producto Interior Bruto per cápita (en US$); Cálculo del índice de educación; el Cálculo del IDH, simplemente se resulta del promedio de los índices 1, 2 y 3.
En el 1981, Alfonso Delgado y yo, inventamos un sistema de variables para identificar los ‘niveles de bienestar social’, lo llevamos con Pedro Aspe, director del recién creado INEGI, a la calle de Balderas, en la ciudad de México. Presenté el modelo y Pedro Aspe se emocionó, hizo preguntas, obtuvo respuestas. Y entonces acogió el proyecto y le dio una correcta forma matemática al índice de bienestar social.
Este índice es un modo integral de conocer las condiciones de vida de la población, utilizando variables censales verificadas, en un enfoque holístico. Evolucionó y existe, es una valiosa herramienta. Lo pueden consultar en https://www.inegi.org.mx/app/bienestar/.
Otro índice muy usado, es el Índice de Pobreza Multidimensional, el IPM global, está compuesto por diez indicadores distribuidos en tres dimensiones: salud, educación y estándar de vida. Los diez indicadores son: nutrición, mortalidad infantil, años de escolaridad, asistencia escolar, combustible para cocinar, saneamiento, agua potable, electricidad, vivienda y activos (objetos de uso). En México existe el CONEVAL, institución que usa este modelo de pobreza Multidimensional y un par de adiciones interesantes.
Así es como se mide un buen o un mal gobierno, midiendo cómo está el pueblo, aplicando la conocida frase ‘por sus frutos los conocerás’.
No se puede tapar el sol con un dedo ni descalificar lo que no sabes. Del Índice de Progreso, ni hablar.
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