Solo por dar unos datos, de acuerdo a la Secretaría de Salud Federal, al corte del domingo 24 de mayo, nuestro país acumula 68 mil 620 contagios y 7 mil 394 decesos (60% más que los registrados en China), teniendo en el presente 14 mil 247 casos activos. Por lo que se refiere a Veracruz, el Estado acumula 2 mil 774 casos confirmados y 378 decesos (4 y 5% respectivamente de los registros a nivel nacional).
Indudablemente que en ambos casos las cifras aún van en aumento, tanto en nuevos contagios como muy lamentablemente también en fallecimientos. Muy a pesar de las determinaciones de las autoridades de salud y de las campañas informativas, “la curva aún no se aplana”, sino totalmente lo contrario, para el caso de Veracruz la cúspide de contagios está por llegar y se prolongará aún más, de no cumplir con las medidas que las autoridades emiten constantemente para el bienestar de todos.
No es que esté mal hablar de Nueva Normalidad, llamada así por el Gobierno Federal a la etapa en la que se verán gradualmente normalizadas las actividades públicas, una vez controlada la pandemia; lo que es incorrecto, desde mi punto de vista, es la forma como se ha operado la estrategia de atención a la pandemia en los sitios y regiones donde los contagios van en aumento, donde es evidente que las acciones públicas han fallado y donde hablar de nueva normalidad, provoca incertidumbre, creyendo que están por retornar a sus actividades normales, lo que se traduce en una amenaza franca y contundente para la salud de la población.
Más allá de pensar en alcanzar la “Nueva Normalidad” (lo cual se me hace muy prematura y sin una estrategia clara), debemos centrarnos en un doble objetivo y dos estrategias. El doble objetivo es simple, detener el número acelerado de contagios y atender los efectos que ha provocado la pandemia, para lo cual deben ponerse en marcha dos estrategias.
La primera requiere tomar acciones y decisiones contundentes y determinantes para contener la movilidad pública de la población, con el fin de evitar más contagios y por ende la propagación del virus. La segunda debe atender los efectos de la pandemia, especialmente en el aspecto económico de las familias y los negocios.
Es urgente que detengamos los contagios, para lo cual resulta prioritario trabajar con el aspecto cultural de la sociedad, además de hacernos ver los riesgos que conlleva el no respetar la sana distancia y el quedarse en casa (aspectos que no forman parte de nuestra cultura diaria), se deben tomar medidas contundentes para evitar que las personas salgan a la vía pública, pero al igual, hacer que los espacios y comercios no permitan los acercamientos y las aglomeraciones.
Es evidente que esta pandemia ha representado un golpe certero al comercio y a la economía familiar; por lo que sin lugar a dudas se tienen que poner en marcha programas para apoyar el sustento de millones de familias que se encuentran amenazadas y que es urgente apoyar, antes de que busquen otras fuentes de abastecimientos desde la ilegalidad. Sería muy drástico y penoso aceptar que un hombre o una mujer muera de COVID-19, cuando se infectó al salir a buscar un sustento para su familia, porque el Gobierno no dispuso estrategias de apoyo para su confinamiento, ¿Cómo le llamarías?
Vivir en esta pandemia nos ha dejado claro que no estamos preparados para sobrellevar un aislamiento, pero sobretodo, nos ha evidenciado que no tenemos presentes medidas sanitarias para proteger nuestra salud y la de nuestras familias. Esta es una de las enseñanzas que debemos rescatar de esta crisis sanitaria.
Insisto y seguiré insistiendo, más que pensar en una Nueva Normalidad, debemos actuar urgentemente en nuestra realidad, en el presente, con el único objetivo de evitar que más gente fallezca.
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