La manera más simple de referirse a la democracia es citando su etimología: “demos=pueblo” y “kratos=gobernar”, lo que la definiría como un “gobierno del pueblo” o “el poder al pueblo”.
Sin embargo, cuando el pueblo decide a sus representantes, el poder de decidir radica en un puñado de personas que conforman la comuna, en Teocelo 3: Presidente, Síndico y Regidor; en quienes recae la responsabilidad y el poder de decidir sobre los recursos públicos y las políticas públicas.
Es necesario recalcar que el pueblo “decide”, si es que no hay compra de votos o que algún funcionario del organismo público electoral se preste a artimañas. Históricamente en el país, las elecciones han estado plagadas de irregularidades, abusando de quienes menos tienen materialmente.
La democracia no sólo es un sistema que da derecho al voto a los ciudadanos cada 3 o 6 años. Las elecciones son la coyuntura, el cierre de un ciclo donde inicia otro. La democracia es la convivencia entre los ciudadanos y el gobierno, entre las diferentes fuerzas políticas con el gobierno y los ciudadanos; es también la suma de esfuerzos para lograr elevar el nivel de vida y resolver, de manera eficaz, los problemas que el pueblo enfrenta o que afrontará en el futuro.
Ahora, la democracia también es transparentar los recursos públicos, escuchar y ser escuchado, porque los ciudadanos tienen razón al exigir sus derechos, pero son menos los que cumplen con sus obligaciones y con las disposiciones oficiales.
Tener y conocer la ley y los reglamentos, como el bando de policía y buen Gobierno, así como darlos a conocer y promoverlos, también es parte de la democracia. El piso parejo que muchos buscan está en las leyes, porque aplican para todos, y no da cabida a privilegios de alguien. Esto también requiere de la observación del cumplimiento de las mismas.
Cuando un ciudadano señala al Gobierno o a otro ciudadano, por alguna mala conducta o acción, y es criticado por hacerlo; se daña el sistema que rige y que está pensado para mantener la paz social. Los insultos, las descalificaciones, el uso personal de recursos públicos y la nula o poca información pública, dañan la democracia tanto como la compra de votos y credenciales a favor de un ladrón. Quien roba algo, se gana ese adjetivo.
Los medios de comunicación también son parte de la democracia porque sirven de canal alternativo entre ciudadanos-Gobierno y ciudadanos-ciudadanos, por aquello de saber qué hacen los ciudadanos de otro pueblo en favor de todos. Es por ello que el poder del pueblo radica, en parte, en la observación de aquellas actividades o comportamientos que no quiere ver en la próxima administración.
Quizás uno de los derechos menos explotados por el propio ciudadano, y acaparado por los partidos políticos, es la de definir a los candidatos. La mayoría de los ciudadanos espera conocer a que les pongan las opciones enfrente, en lugar de ejercer su poder de opinión para promover y proponer al vecino que es respetuoso, cumplido, amable, atento o trabajador que pudiera llevar la honradez, el trabajo y el respeto para liderar el municipio.
Si no se entiende que la democracia es un sano tejido social, que requiere la participación y preparación de los ciudadanos, se reduciría a la etimología de un término acuñado hace aproximadamente 500 años a. de c. creyendo que con una “X” en una boleta electoral sobre un partido político, es el único poder que se tiene como ciudadano.
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