El próximo 9 de diciembre se celebra el Día Internacional contra la Corrupción, tema por demás polémico, al que se le han dedicado sesudos análisis y mucha tinta para analizar su comportamiento. Hay quienes defienden que su origen es cultural. De ser así, entonces es una cultura que podemos cambiar y revertir.
Cuando hablamos de cultura viene a la mente inmediatamente la civilización y el progreso, a pesar que el término ha variado según el tiempo y el espacio. El término cultura, que proviene del latín ‘cultus’, hace referencia al cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales del hombre.
Por su parte, en el término corrupción, también encontraremos múltiples significados; de inmediato se piensa en el soborno o cohecho, también perversión o vicio, también alteración de la forma o estructura, del amiguismo; del envenenamiento burocrático en cualquiera de sus manifestaciones. Cuando hacemos referencia de la “cultura de la corrupción” estamos hablando de todas las manifestaciones humanas que tienen que ver con la corrupción, es decir, todas las actividades que la conforman, que por cierto y por desgracia, son muchas.
La corrupción tiene que ver con los valores, con lo correcto e incorrecto; justo e injusto; bueno y malo, etc. La corrupción es tan antigua como el hombre y surge cuando éste tiene oportunidad de tomar una decisión en su escala de valores. Se tiene uno o cientos de motivos para corromperse, éstos pueden ser de origen económico, político, social, jurídico, familiar, etc.
Entonces, estamos llegando a la conclusión de que carecer de valores, o de otra necesidad, lo provoca. De alguna manera, así es; la carencia nos hace ser susceptibles de caer en las garras de la corrupción, es la “carencia de algo” para ser corrupto, pero es una realidad que no podemos negar.
Encontramos corrupción en todas partes: En las dependencias de gobierno, en las iglesias, en la escuela, en el hogar, en la calle, con el funcionario público, etc. La corrupción está en todos lados, desde el individuo, hasta las instituciones políticas y sociales. La “tranza” y la “mordida” hacen que nos encontremos entre los primeros lugares de corrupción en el mundo, pues aprendimos frases como: “el que no tranza no avanza”, “un político pobre es un pobre político”. Es triste ver nuestra realidad.
En México, tenemos recursos naturales como el petróleo, metales preciosos, dos océanos, diversidad geográfica y lo más valioso: su gente. No hay motivo para permanecer en esta situación. Lo que se tiene que hacer es reforzar la educación, llevar a cabo una verdadera reforma educativa, que eleve la calidad y la formación axiológica del individuo. La única manera de combatirlo es mediante la educación.
Si la corrupción surge por carencias, entonces hay que elevar el nivel de vida de los mexicanos y al mismo tiempo fortalecer los valores. Suena utópico, pero debemos tener confianza en nosotros mismos. No hay fórmulas mágicas en la vida, sólo trabajar con ahínco. El día que dejemos de pensar en nosotros y pensemos más en el interés general, estaremos cambiando.
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