Las pilas ya deben habérselas puesto quienes van a trabajar en las elecciones federales y locales en el 2021, año que arranca impreciso.
La votación será el 6 de junio. El calendario electoral marca fechas precisas: desde diciembre iniciaron las sesiones en los Consejos distritales, y con ello los preparativos para que se lleve a cabo la votación. Ya saben, listas nominales, materiales electorales, insaculación, capacitación, fiscalización de precampañas y campañas. Del 4 de abril al 2 de junio se desarrollarán las campañas de candidatos a diputados federales y el 6 de junio, la jornada electoral. Y hasta septiembre se conocerán los ganadores por mayoría relativa. En octubre 2021 deberán resolverse los recursos producto de las impugnaciones, en el TRIFE. Todo el primer semestre del año será electoral. Los políticos para alimentar candidaturas de muchos partidos políticos, saldrán debajo de las piedras.
Para el análisis vamos a considerar a Morena como partido hegemónico. Bueno, este es nuestro marco lógico, ahora sustentemos algunas aseveraciones.
Primera.- El aplastamiento que hizo Morena en 2018 no tiene visos de repetirse en 2021, debido a lo decepcionante de la administración morenista en los ámbitos federal, estatal y municipal. La cual, los simpatizantes de Morena parece que no ven. O no quieren ver, pero quienes votaron por la promesa, sí logran percibir las falencias y falsedades de estos gobiernos, entonces ya no votarán por la opción Morena. El voto duro de Morena aparecerá sin duda en un 45% de quienes votaron por diputados y senadores de Morena en 2018 (el 55% votó por peje, de esos, el 35% ya no votará por Morena y el otro 20% no acudirá a las urnas.)
Segunda.- Aún si Morena pierde ‘clientela electoral’, que le fue ‘circunstancial’ en 2018, estos votos irán a la abstención si no hay una oferta política que les atraiga. El debilitamiento interno de Morena, previsible, no padecerá graves derrotas si enfrenta contendientes débiles, partidos paupérrimos o candidatos desconocidos o desacreditados.
Tercera.- La oposición es un conjunto imaginario que no representa peligro ninguno a un partido hegemónico, dado que compite con distintos contendientes, entre más, mejor, lo cual da como resultado que la gente que no votará por el hegemónico votará por este o este o este otro. La suma de estos dará un valor numérico al conjunto imaginario ad post, pero la lidia es cabeza a cabeza, candidata versus candidato, ‘Round Robin’. Este multipartidismo no plantea coaliciones realistas que permitan vencer al hegemónico.
Cuarta.- Habiéndose demostrado a plenitud la derrota abrumadora de Morena en las elecciones locales de Hidalgo y Coahuila, devela que los votos duros del PRI, PAN, PRD, todavía están, que los que creyeron en la promesa ya no votarán por un proyecto de país sin pies ni cabeza. El efecto ‘peje’ se ha desvanecido. Lo cual quiere decir que las fuerzas vivas oscilantes, develados por sus preferencias históricas, van a aparecer y por sí mismas podrán derrotar a Morena.
Quinta.- No quiero citar a Montesquieu, de todos modos, voy a decir que un congreso, cámara u otro modelo legislativo, debe tener independencia del poder ejecutivo. Está concebido como la representación social que hace contrapeso al ejecutivo. Y le audita. En la actualidad, hoy, en el congreso tiene mayoría el partido del presidente y sus satélites, paso libre a las ocurrencias del ejecutivo plenipotenciario.
Después de las aseveraciones antes expuestas, voy a considerar que, de las elecciones de diputados federales, resulte un escenario en la Cámara de Diputados, diverso, equilibrado, mismo que dependerá de las coaliciones de facto en cada distrito electoral federal. Pero si se empeñan, los políticos oponentes a Morena, en hacer esfuerzos electorales descoordinados, individualistas, dispersos, fuera de realidad, no ganarán y con ustedes perderá la ciudadanía.
Por un congreso plural. No a la mayoría absoluta. Vivan las coaliciones.
(Este artículo puede imprimirse en mimeógrafo)
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