A gritos y sombrerazos.- Este mes de abril salió más loco que febrero. Calorones se dejaron sentir la semana pasada y luego otro frente frío que nos regaló tardes de neblina y llovizna. No cabe duda que el clima está cambiando debido a toda la porquería que le aventamos a la Tierra y a la atmósfera. De nuevo llega el calor y con la humedad se facilitan las labores de poda y chapeo. Los campesinos cantan, chiflan y tararean canciones para hacer agradable esa labor que heredaron desde hace dos siglos. Sin embargo uno de los compas permanece cabizbajo sin emitir palabra ni comentario. Si pasar mucho rato, no falta quién le pregunta el motivo de su congoja, a lo que el maduro labriego comenta: “En la mañana alegué con mi hijo y llegamos a los gritos. Los chamacos de ahora creen tener la razón, pero están influenciados por ideas raras que ven en la tele y en el feis. Yo a los 20 años ya sabía hacer producir la tierra, ahora los chamacos hacen tonterías, desde pintarse pendejadas en el pellejo, vestir como cholo y oír música que no es música. Lo tuve que poner en su lugar. En mis tiempos bastaba un par de cinturonazos, pero ahora hasta eso te prohíben, por eso tenemos una juventud tan atarantada”. Todos se quedaron callados, pues sin duda era una situación conocida por los que tienen adolescentes en casa. El viejo cortador, curtido por más de mil lunas llenas, y mentor de varias generaciones, permaneció callado un momento, hasta que vio el momento oportuno a la hora de tomar un descanso para beber agua del calabazo, para emitir una sesuda reflexión filosófica que en tono solemne puso a consideración de la audiencia: “¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?” Los jornaleros pensaron unos momentos: “Porque perdemos la calma”, dijo uno de ellos, “por eso gritamos”. El viejo campesino sabio, continuó: “Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?”… Algunos de los cámpiras dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al viejo correoso y enjuto maestro, quien finalmente explicó: “Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia”. Luego volvió a preguntar: “¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es lo cerca que están dos personas cuando se aman”… Todos se quedaron en silencio viéndose unos a otros sin decir nada. Silencio que el nonagenario zorro de los cafetales, aprovechó para concluir: “Cuando discutan, no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso…”. Sin precisarlo, todos de inmediato entendieron que su mensaje hacía clara referencia al trato que en ocasiones se da a los niños. A veces se cree que hablando fuerte se muestra autoridad. En el mensaje quedó implícito la importancia del sentimiento cuando uno se comunica. La conversación, sobre todo con los menores, debe tener una alta dosis de cariño, si se quiere que trascienda; además de estar sostenida por la razón y la verdad. Pues a lo que se quiere, nunca se le hace daño…
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