lunes, 9 de octubre de 2017

DESDE LA FINCA


De lunas, pepenas y penas.- La alegría se percibe en la finca con la llegada de los primeros granos rojos que las matas de café ofrecen generosas, como si recompensaran el cariño con que los hombres del campo las tratan. Inicia el corte de café con las primeras pepenas. Ciclo esperado por muchos pues representa un repunte en la economía de la región. Hay más gente en los cafetales pues llegan familias enteras que cada año festejan la abundancia del grano que ha sido sostén de muchas generaciones de campesinos y agricultores que depositen esperanza y fe en esta tierra pródiga.
Se escuchan risas, chiflidos y hasta canciones entre la finca que los cortadores, contagiados por la exuberancia, elevan al ambiente a la vez que van llenando sus tenates de ilusión. Las lonas se ven haciendo más pesadas mientras el sol avanza. Muchos le entraron desde muy temprano, previendo que fuera a llover. “El clima está más loco que el Trump. Vemos pasar las cuatro estaciones en un mismo día y ya es difícil predecir cómo va a estar el día siguiente. Lo bonito de este mes es la lunota. Anoche iluminó tanto que se podían ver las casas de la loma de enfrente. Buena luz para los tlapeveros”. Uno de los jóvenes confirma que les fue muy bien en la caza nocturna. “Un toche y dos tlacuaches, la luna nos favoreció”.  Hablando de animales, alguien pregunta que si alguien fue a la bendición de animales “fue día de San Francisco”. Como es costumbre de muchos años, movidos por la fe, la mayoría llevaron a sus animales a que el padre los bendijera. Burros, perros, gallos, uno que otro chivo y hasta los marranitos, fueron bañados para recibir el agua bendita. Dentro del bullicio de los cámpiras, la única que permanecía callada y hasta “muina” era doña Chona, la viuda que arrastra sus siete décadas con orgullo cuando del “corte” se trata. “Es que estoy encabronada. Ayer me tocaba ir a cobrar mis 65 y más y me hicieron de chivo los tamales esos déspotas que mal atienden a la gente. Pagué taxi para ir hasta la Orduña, el tráfico estaba muy lento y llegué 15 minutos tarde de la hora, y una tipa mal modienta y mal encarada se apuró a guardar sus cosas y me gritó que ya había cerrado, que ya no podía hacer nada y que estaba dada de baja del sistema. Como a mí, a mucha gente no le pagaron y con prepotencia hasta nos regañaron. Pinches inconscientes, esos empleadillos de medio pelo de Sedesol, como si fuera su dinero. No entienden que para muchos es un gran apoyo esa pensionsita que nos sirve para ‘irla pasando’. Como todos somos viejos, abusan de nuestra ignorancia; a muchos los llevan porque están enfermos, gastan, los tienen parados mucho rato y hacen lo posible por no pagar. Deveras que no tienen sensibilización”. Esperaban que el viejo campesino, forjado en la fragua de dos siglos y curtido por el sol y muchas lunas, emitiera su sabio consejo y amplia explicación sobre las reglas de operación de los programas sociales y el procedimiento normativo para interponer quejas ante las burocráticas oficinas que manejan los recursos federales… pero nunca se escuchó su erudita y elocuente elucubración; porque simplemente no estaba. Había ido a abastecerse de su tónico reconstituyente que se había agotado por los festejos de San Jerónimo, San Francisco y la víspera del Día de la Raza…

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