¿Qué sentimos?
Los
sentimientos y emociones son dos factores del ser humano que lo hacen único,
especial y con los años hacen que cada uno de nosotros desarrollemos nuestra
propia autoestima. Las emociones y sentimientos escondidos por miedo a ser
juzgados solo atraen más sentimientos no deseados y ese es el círculo en el que
muchos jóvenes caen. Cuando se sienten mal sentimentalmente y no se desahoga
con alguien, entonces el joven se deprime más y se vuelve más susceptible a ser
más callado, de mal humor o hiperactivo dependiendo de cada persona.
Desde
pequeños nuestros padres nos han enseñado a demostrarlos, a dar a conocer cómo
nos sentimos y aprender a ser seguros de nosotros mismos, aunque hay veces que
en la familia esto no sucede. Hay muchos factores que desde pequeños pueden
afectar este tipo de desarrollo o simplemente no aprender a demostrarlos, pero,
¿qué pasa cuando no se le valora al niño sus sentimientos?
Valorar
es el arte de poder empatizar, comprender y respetar lo que otra persona
siente. Si para esa persona es importante, entonces para las personas más
cercanas a él como sus papás, también debería ser importante. A los jóvenes se les da mucho el juzgar,
criticar o a veces hasta ignorar lo que otros jóvenes sienten, otros más
incluso, no saben expresar el desacuerdo que se tiene respecto a alguna cosa o
dar su punto de vista por miedo a no ser aceptados.
Un
fragmento de la síntesis que aparece en internet del libro de Yvonne Laborda
llamado “Darle la voz al niño” dice: “Cuando un niño llora, siempre, es por un
motivo valido desde su punto de vista, desde su vivencia interior. Sepamos o no
dicho motivo, lo comprendamos o no, lo aceptemos o no… Desde la mirada adulta
podemos pensar que “eso” no es importante o que quizás el niño reacciona
desproporcionadamente. Ese es nuestro juicio. Pero lo que yo quiero hacer aquí
es precisamente darle la voz al niño y no al adulto que mira al niño”
También
deberían enseñarnos desde muy pequeños a saber cómo, dónde y a quien expresar
los sentimientos adecuados, dar una educación menos sistematizada al decir “no
llores”, “tú te lo buscaste”; cambiar nuestros sistemas de enseñanza cambiarían
al mundo de una manera radical, pues según terapeutas expertos dicen que al
decirle la palabra “no” a un niño, no es capaz de procesar esa palabra,
entonces al no comprenderla el niño hace lo contrario a lo que le dices; en
todo ese caso el niño crece y se vuelve un adolescente, pero ya viene con la
secuela de no saber expresar sus sentimientos correctamente.
La frustración
es una de sus grandes consecuencias pues al quedarse con sentimientos y
emociones negativas y no saber cómo expresarlas o sacarlas, se convierte
automáticamente en agresor, en todo caso si hubiese sido lo contrario
aprenderíamos a hacer las cosas como dice el dicho “poner las cosas sobre la
mesa” hablar y escuchar. Si los padres se niegan a aceptar lo que el joven
siente o no se les deja sentirlo, es cuando los jóvenes se revelan más.
No
dejemos de lado el sistema de educación familiar, pero comencemos a cambiar el
sistema y cambiemos juntos al mundo, poco a poco se logra mucho. Busquemos ver todo positivamente y tomar la
otra cara de la moneda, cuando alguien nos critique, dejémosle en claro que no
estamos de acuerdo con su punto de vista sobre nosotros, pero que en cambio el
que está mal es él, así podemos darle la vuelta al papel y en lugar de que nos
hagan sentir inseguros, hacerlos sentir inseguros a ellos.
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