lunes, 27 de noviembre de 2017

La historia del niño que tocó las estrellas
Por Sergio Jimarez
El viernes 28 de agosto de 2009 se llevó cabo la misión espacial STS-128 de la NASA; en esta misión, el transbordador espacial Discovery, siendo su vuelo 37 entregó e instaló el Módulo logístico Multipropósito “Leonardo” además de equipo necesario para el buen funcionamiento de la Estación Espacial Internacional. La tripulación era conformada por cinco personas comandadas por Frederick W. Sturckow; esa noche, el complejo de lanzamiento 39 se iluminó de una manera muy especial, ya que desde tierra, Julia Moreno y Salvador Hernández, alzaban su cabeza hacia el cielo siguiendo un cohete espacial pero que sin duda, la motivación de elevar su mirada era el orgullo que representaba el vuelo de esa nave, de seguro recordaron aquella vez en que su hijo de diez años les comentó que quería ser astronauta, y que esa noche, José Hernández Moreno, especialista 2 a bordo de esta misión veía cumplir su sueño.

La niñez de José Hernández y de sus hermanos transcurrió con muchas carencias, sus padres era campesinos originarios de Michoacán que trabajaban en Estados Unidos; pasaban un par de temporadas distintas a lo largo del estado de California y regresando un periodo a México, esto provocaba que la familia no pudiera establecerse permanentemente y mantener un ingreso económico fijo que permitiera estabilidad y comodidad.
A pesar de las carencias, la inestabilidad y los constantes cambios, lo padres de José Hernández siempre estuvieron preocupados por la preparación de sus hijos y poniendo las manos en el asunto, sus hijos siempre estuvieron en la escuela aunque tuvieran que pasar por varios institutos durante el año escolar y en las vacaciones de diciembre que pasaban en México tenían la tarea equivalente a tres meses para que no se atrasaran en sus estudios. Ante esta situación, su maestra de segundo año intervino platicando con sus padres para que evitaran más estos traslados y así se pudieran sacar mayor provecho a la escuela, ellos entendieron la situación y buscaron la forma de evitar viajar.
La tenacidad del señor Salvador con sus hijos y la perseverancia de la señora Julia formaron en sus hijos personalidades de trabajo duro, empuje y determinación logrando alcanzar sueños y metas extraordinarias, sin embargo el compromiso no sólo dependió de obedecer y cumplir con los estudios, siempre significó esfuerzo y sacrificio, tolerancia ante la frustración y mucha disciplina. Todos los días, José Hernández y sus hermanos hacían la tarea antes de cenar mientras su mamá los acompañaba y durante las vacaciones de verano, los niños trabajan en el campo con sus padres los siete días de la semana.
Después de su educación básica, José Hernández decidió estudiar ingeniería eléctrica hasta graduarse, en dirección a prepararse para viajar al espacio hizo una maestría también en ingeniería eléctrica. Años después, buscó postularse para ingresar a la NASA pero fue rechazado en once ocasiones distintas; las personas por lo regular son rechazadas un par de veces antes de ser aceptadas. Estuvo a punto de desistir, a punto de hacer de lado su sueño pero su esposa lo motivó a seguir intentándolo: “Deja que sea la NASA la que te descalifique, no tú”, le comentó. En este momento entendió que todavía le faltaba mucho por hacer antes de convertirse en astronauta, tuvo que aprender a pilotear, a bucear y llevar a cabo otras actividades que son necesarias en las labores de los astronautas; una vez preparado, volvió a postularse y esta vez tuvo éxito, tenía 41 años cuando el promedio de edad de los nuevos astronautas es de 34 años, sin embargo, ya sólo faltaba un paso para llevar a cabo su sueño y el día del lanzamiento por fin se materializó.
Después de su viaje espacial, José Hernández se ha dedicado a promover la curiosidad por la ciencia y la tecnología a través de sus libros, textos de divulgación dirigidos a niños y jóvenes, además creó una fundación que se encarga de motivar y apoyar a niños interesados en la ciencia. Cabe destacar que también hizo una importante colaboración en el Livermore National Laboratory en la década de los noventa contribuyendo en una nueva herramienta para la detección temprana del cáncer de pecho. José Hernández cuenta su historia y mediante ésta espera que muchos niños emprendan un viaje hacia la búsqueda de sus sueños, más que una historia, toda una lección de vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario