La
historia del niño que tocó las estrellas
Por
Sergio Jimarez
El viernes 28 de agosto de
2009 se llevó cabo la misión espacial STS-128 de la NASA; en esta misión, el
transbordador espacial Discovery, siendo su vuelo 37 entregó e instaló el
Módulo logístico Multipropósito “Leonardo” además de equipo necesario para el
buen funcionamiento de la Estación Espacial Internacional. La tripulación era
conformada por cinco personas comandadas por Frederick W. Sturckow; esa noche,
el complejo de lanzamiento 39 se iluminó de una manera muy especial, ya que
desde tierra, Julia Moreno y Salvador Hernández, alzaban su cabeza hacia el
cielo siguiendo un cohete espacial pero que sin duda, la motivación de elevar
su mirada era el orgullo que representaba el vuelo de esa nave, de seguro
recordaron aquella vez en que su hijo de diez años les comentó que quería ser
astronauta, y que esa noche, José Hernández Moreno, especialista 2 a bordo de
esta misión veía cumplir su sueño.
La niñez de José Hernández y
de sus hermanos transcurrió con muchas carencias, sus padres era campesinos
originarios de Michoacán que trabajaban en Estados Unidos; pasaban un par de
temporadas distintas a lo largo del estado de California y regresando un
periodo a México, esto provocaba que la familia no pudiera establecerse permanentemente
y mantener un ingreso económico fijo que permitiera estabilidad y comodidad.
A pesar de las carencias, la
inestabilidad y los constantes cambios, lo padres de José Hernández siempre
estuvieron preocupados por la preparación de sus hijos y poniendo las manos en
el asunto, sus hijos siempre estuvieron en la escuela aunque tuvieran que pasar
por varios institutos durante el año escolar y en las vacaciones de diciembre
que pasaban en México tenían la tarea equivalente a tres meses para que no se
atrasaran en sus estudios. Ante esta situación, su maestra de segundo año
intervino platicando con sus padres para que evitaran más estos traslados y así
se pudieran sacar mayor provecho a la escuela, ellos entendieron la situación y
buscaron la forma de evitar viajar.
La tenacidad del señor
Salvador con sus hijos y la perseverancia de la señora Julia formaron en sus
hijos personalidades de trabajo duro, empuje y determinación logrando alcanzar
sueños y metas extraordinarias, sin embargo el compromiso no sólo dependió de
obedecer y cumplir con los estudios, siempre significó esfuerzo y sacrificio,
tolerancia ante la frustración y mucha disciplina. Todos los días, José
Hernández y sus hermanos hacían la tarea antes de cenar mientras su mamá los
acompañaba y durante las vacaciones de verano, los niños trabajan en el campo
con sus padres los siete días de la semana.
Después de su educación
básica, José Hernández decidió estudiar ingeniería eléctrica hasta graduarse, en
dirección a prepararse para viajar al espacio hizo una maestría también en
ingeniería eléctrica. Años después, buscó postularse para ingresar a la NASA pero
fue rechazado en once ocasiones distintas; las personas por lo regular son
rechazadas un par de veces antes de ser aceptadas. Estuvo a punto de desistir,
a punto de hacer de lado su sueño pero su esposa lo motivó a seguir
intentándolo: “Deja que sea la NASA la que te descalifique, no tú”, le comentó.
En este momento entendió que todavía le faltaba mucho por hacer antes de
convertirse en astronauta, tuvo que aprender a pilotear, a bucear y llevar a
cabo otras actividades que son necesarias en las labores de los astronautas;
una vez preparado, volvió a postularse y esta vez tuvo éxito, tenía 41 años
cuando el promedio de edad de los nuevos astronautas es de 34 años, sin
embargo, ya sólo faltaba un paso para llevar a cabo su sueño y el día del
lanzamiento por fin se materializó.
Después de su viaje
espacial, José Hernández se ha dedicado a promover la curiosidad por la ciencia
y la tecnología a través de sus libros, textos de divulgación dirigidos a niños
y jóvenes, además creó una fundación que se encarga de motivar y apoyar a niños
interesados en la ciencia. Cabe destacar que también hizo una importante colaboración
en el Livermore National Laboratory en la década de los noventa contribuyendo
en una nueva herramienta para la detección temprana del cáncer de pecho. José Hernández
cuenta su historia y mediante ésta espera que muchos niños emprendan un viaje
hacia la búsqueda de sus sueños, más que una historia, toda una lección de
vida.
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