“La vida del estudiante es lo máximo, eso dice mi mama”; a la compañera de secundaria que lo dijo, la taché de orate, odiaba las matemáticas, físicas y químicas.
Hoy, a más de treinta años de haber terminado una trayectoria universitaria, la expresión se quedó corta: la vida estudiantil es un verdadero sueño, una fantasía. En lo particular como estudiante fui un desastre; flojo e irresponsable, inconsciente del compromiso que tenía y del esfuerzo que mis padres realizaban para no correr con la misma suerte que ellos, a quienes se les había negado esta oportunidad.
Gracias a San Nabor, pude terminar una carrera universitaria, mi pasión en aquellos años era el futbol y también la fiesta. La montaña llego más tarde. Gracias al fut, pude conocer a muchos amigos en la Universidad Autónoma de Chiapas. No me explico cómo, pero logre un sitio en la selección de la UNACH, y guardo un recuerdo muy especial de Delfino “El Apache”, mi capitán de esta selección, aguerrido y temperamental, que siempre dejaba todo en la cancha. Todo un líder, siempre daba la cara por cualquiera de nosotros, siempre se refirió a mí como Viveros. Era un jugadorazo. Un amigo de aquellos tiempos en Tapachula, con quien mantengo comunicación, me dice que le perdió la huella, pero que sabe que radica en Huixtla.
Siempre me exigía dar lo mejor, nunca pude ser titular ya que había excelentes jugadores en mi posición de defensa central. Pero cuando entraba de cambio me recibía con sus gritos enérgicos de aliento y de exigencia. Más de una vez me molesté por su carácter, pero la realidad era que Delfino creía en mí. Recuerdo que alguna ocasión en un partido que jugamos en Tuxtla Gutiérrez contra la Selección de ingeniería, fue un juegazo y yo deseaba estar en la cancha, habían invitado como refuerzo para ese partido a Gustavo Bello, defensa central de la Selección Chiapas, y quien siempre se negó a jugar con el equipo de la Universidad. La verdad era un tipo muy especial, jamás jugaba ni en los torneos interiores de la facultad. Nunca lo había visto jugar; en aquel partido me di cuenta de su gran capacidad futbolística, no recuerdo cómo, pero lo convencieron de jugar ese partido. Era una muralla, su juego aéreo era impresionante, pegaba unos saltos increíbles y salía siempre con balón controlado y tocando la pelota. Además le pagaba durísimo al balón con la pierna izquierda. Delfino no simpatizaba con Bello. En los minutos finales del juego, resignado y muy triste inicié el camino hacia el autobús de la escuela. Ya en Tapachula días después, me enteré que mi capitán, tan pronto pitó el árbitro el final del partido, reclamó a nuestro entrenador, muy enojado porque no me había metido a jugar. Su actitud la guardo en mi corazón, Delfino creía más en mí que yo mismo. Esto es un amigo de verdad, creo que nunca pude estar a su nivel. No tuve la capacidad de valorarlo en aquellos años maravillosos de estudiante. Es cierto, la vida del estudiante es lo máximo, es como un sueño, como una fantasía.
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