La última Cena, de Da Vinci.- Una de las pinturas murales más famosas, que se encuentra en el convento dominico de Santa María de las Gracias de Milán; realizado al temple y al óleo sobre yeso. El momento que refleja, en Jueves Santo, es cuando Jesús anuncia a los apóstoles que uno de ellos le iba a traicionar. Da Vinci detalla las distintas reacciones de cada uno de los doce discípulos ante tal afirmación; algunos se asombran, otros se levantan porque no han escuchado bien, y Judas, retrocede al sentirse aludido. Destaca su construcción en perspectiva, convergiendo en Jesús en el centro; además de una composición en la que aparecen los apóstoles, aislados en forma de triángulo, agrupados de tres en tres.
Cristo abrazado a la cruz, de El Greco.- Un tema recurrente de El greco, ya que era muy demandada por la sociedad toledana de la Contrarreforma. Jesús, a pesar de sus lagrimosos ojos, mira al cielo con serenidad; mientras sujeta una cruz muy escorzada en su camino al monte Calvario el Viernes Santo. El pintor alarga los miembros para adaptarlos a su propio lenguaje. En cuanto a los pliegues de su túnica, están modelados con luz y color muy al estilo de la escuela veneciana.
Crucifixión o Corpus hypercubus, de Dalí.- Al ser el momento clave de la Semana Santa, muchos son los pintores que han tratado la crucifixión de Jesús, Dalí le dio una vuelta al asunto. En esta pintura, Jesucristo aparece sin mostrar su rostro de manera directa y sin los estigmas de las manos ni las heridas del torso habituales; no obstante, lo curioso en esta obra de Dalí es que lo hace levitar frente a una cruz formada por ocho cubos. En la composición aparece Gala, mujer de Dalí, representada como la Virgen María.
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