lunes, 26 de marzo de 2018

EDITORIAL

Ayer 23 de marzo recordamos un hecho doloroso, pero sobre todo evocamos la memoria de un hombre: Luis Donaldo Colosio Murrieta. Se cumplen 24 años de aquella fecha trágica que cambió el destino político de México, cuando “…las balas del odio, del rencor y de la cobardía…”, como bien dijera Diana Laura, su valiente mujer, le arrebataron la vida pero no lograron matar sus ideas.

Aquel 23 de marzo de 1994 no solamente se privó de la existencia a un ser humano extraordinario, también se mató la esperanza de millones de mexicanos que reclamaban, como seguimos reclamando, un cambio con rumbo y responsabilidad. Luis Donaldo Colosio encarnaba esa esperanza que se vio truncada por la mano asesina que, manipulada desde la sinrazón, llevó al cabo el imperdonable magnicidio planeado desde las sombras y ejecutado a plena luz de aquella tarde infausta en Lomas Taurinas de Tijuana.

Representaba la posibilidad de continuar y fortalecer vigorosamente el programa de la Revolución Mexicana, adecuándolo a la circunstancia de una modernidad que no sólo nos había alcanzado, sino que ya nos venía rebasando.

Colosio era un candidato con una trayectoria política completa, pues antes de alcanzar la candidatura presidencial desempeñó tareas de partido que lo llevaron desde la delegación de la CNOP en Sinaloa, hasta la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional de su partido, pasando por las cámaras de diputados y de senadores. Era, por lo tanto, un candidato con autoridad moral y política, conocido en su partido y reconocido por la sociedad.

A esa gran experiencia política había que agregar su brillante desempeño en la administración pública, que culminó con su nombramiento como secretario de Desarrollo Social del Gobierno de la República.

Era un político avezado y un servidor público intachable, que conocía el país, vivía una madurez plena y tenía una visión muy clara de lo que en aquellos días requerían y exigían los mexicanos, contando así mismo con el talento y la capacidad para lograrlo.

México sigue con hambre y sed de justicia, es hora de poner en práctica los llamados de Luis Donaldo Colosio. De poco sirven los homenajes a su memoria si mantenemos actitudes de sordera y de indiferencia. Es momento de convertir en realidad lo que tanto deseaba para nuestra patria: verla como un espacio común de convivencia donde prevalezca el Estado de Derecho; donde desaparezcan las enormes desigualdades que lastiman y avergüenzan; donde el poder público sea para servir a todos y no para enriquecer a unos cuantos; donde la población se sienta protegida por la autoridad en sus personas y en sus bienes; donde el estado sea garante de las libertades; donde se privilegie el diálogo para dirimir conflictos; y donde florezca una democracia que cada día nos acerque a esa justicia social que hoy se ve tan lejana como paradójicamente inaplazable.

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