El premio Cervantes 2005 falleció la mañana de este jueves 12 de abril en su casa de Xalapa, la capital del Estado de Veracruz, a los 85 años de edad.
El escritor nacido en Puebla, pero veracruzano de adopción, siempre necesitó el movimiento como combustible de su obra. En los últimos años, sin embargo, una enfermedad neurológica afectó gravemente al hombre que había mostrado su conocimiento detallado del idioma. En 2006, el año en el que recibió el Cervantes, comenzó a presentar fallas en el habla.
Sergio Pitol solía decir en las entrevistas que ser un lector de tiempo completo le salvó la vida. La frase, que en boca de un escritor podría sonar a un lugar común, era verdad. Su infancia dickensiana –a los cinco años había perdido a su padre, su madre y su hermana menor- estuvo marcada por la enfermedad. Su salud quebrada por un paludismo lo mantuvo postrado en la cama por largas temporadas. Las fiebres le impidieron asistir a la escuela. Solo encontró una medicina eficaz: los libros.
El cuento es el género por excelencia de su obra literaria, en la que destacan: «No hay tal lugar (1967)»; «Infierno de todos» (1971), llevada al cine en 1989 como «El acoso», con guión de Gabriel García Márquez; «Los climas» (1972); «El tañido de una flauta» (1973); «Asimetría» (1980); «Cementerio de tordos» (1982); «Domar a la divina garza» (1988) o Vals de Mefisto (1989). En la década de los 90 publicó «La vida conyugal» (1991), «Todos los cuentos más uno» (1998) y su trilogía «Tríptico de Carnaval» (1999). De sus últimos libros cabe citar «El viaje» (2000), «De la realidad a la literatura» (2002), el libro de memorias «El mago de Viena» (2005) y la selección «Los mejores cuentos» (2005), entre otros.
Sus cuentos y novelas, influidos por Henry James en los recursos estructurales, se alejan de las tendencias literarias predominantes en las letras hispanoamericanas de su generación y destacan por su carácter erudito e irónico.
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