domingo, 1 de julio de 2018

Cerca del Cielo Por: José Ramón Flores Viveros


Cuando oramos hablamos con Dios; más cuando leemos, es Dios quien habla con nosotros”.

Lo tremendo de los genes…

ARMILLITA IV, LA VOCACION INEXCUSABLE

Marcela Díaz de León es esposa y madre de torero. Su hijo Fermín pertenece a la cuarta generación de la histórica saga taurina de los Armillita. 

Cuando el hijo de Marcela Díaz de León va a torear, son días de misa para ella. Tiene un hábito con su iglesia de confianza: asiste y comparte con los demás feligreses sus plegarias. Así invoca la protección de Dios a su Fermín Espinosa (conocido en el mundo taurino como Armillita IV) de 23 años. “Mi mayor ilusión era que mi hijo jugara a la pelota, o con un bate. Pero nunca le interesaron ni los carritos.

A los once meses de edad, antes de empezar a andar, jugaba con una toallita y con sus muñecos como si de un toro se tratara. Yo le compraba helicópteros, trenes… todos  los juguetes para niños, y él no les prestaba la más mínima atención. El deseo de ser torero prevalecía ante todo”, confiesa la también esposa de otro torero, “Armillita hijo”, Fermín Espinosa, con quien lleva casada 34 años.

“Cuando Fermín tenía doce años lo lleve a Disneylandia. Se puso furioso; él se preguntaba qué hacía en ese lugar viendo personas disfrazadas en lugar de estar junto a su padre en San Luis, donde habría una corrida. Y es que no se puede ir contra la genética, lo lleva en la sangre. Desde que nació observé que le gustaba mirar las tientas, le gustaba mirar el toro”, asegura ya rendida, pero orgullosa. “Esta es una vida muy difícil. Cuando me entero de que alguien quiere ser torero, la primera en quien pienso es en la madre. Digo ‘Pobre’…”
Tomado de la Revista española ¡HOLA!, mayo 20018.

Cuando leí este artículo donde también habla del piloto de Fórmula 1, Sergio Pérez y de la alpinista Viridiana Álvarez, quien ya escaló el Everest y va ahora por la cumbre del Manaslu en los montes Himalaya, estremece el papel que la genética jugó en estos destacados deportistas. Como padres siempre deseamos que nuestros hijos sean médicos, ingenieros, etc., que vayan a la segura, sin que tengan que poner en riesgo su seguridad personal. Se nos congela la sangre tan solo de suponerlo. Pero como dice con resignada sabiduría la mamá de Armillita IV, contra la genética no se puede hacer nada. Recuerdo que el alpinista mexicano Ricardo Torres Nava, cuando llegó a vivir a la Ciudad de México, junto con su familia -estaba pequeño aun- vivió en la colonia Educación, en Tlalpan; platica que iba con sus amigos al Castillo de Chapultepec y al estar en lo alto del Castillo, se dio cuenta que la altura no le provocaba ninguna sensación de miedo. Que al contrario lejos de provocarle vértigo, le gustaba estar experimentando en las alturas.

Fue de alguna manera como una revelación, una voz interior que le comenzó a susurrar su verdadera vocación. El también alpinista internacional Héctor Ponce de León, alguna vez me habló de esta influencia genética a la que no se puede negar el ser humano. De poner toda la pasión y entrega cuando se identifica qué es lo que queremos ser en la vida. Muchas veces nos encontramos con la falta de fe y apoyo de quienes están cerca de nosotros, y es quizás el obstáculo más difícil de superar. El miedo a ser diferente, que nos impide atender y escuchar la vibrante voz interior del llamado de la sangre.

Lo del torero me provoca algo que no puedo explicar, cuando su mamá con resignada filosofía después de tratar de que fuera un niño “normal”, acepta que contra la genética es imposible oponerse… trato de imaginar la angustia cotidiana de saber que su hijo, prácticamente se juga la vida en cada corrida. Al igual que la mamá de Checo y de Viridiana. Pero que tenemos que aceptar que los hijos tienen que salir a buscar y de construir su propio destino… destino que ellos deben escoger con toda  libertad. CercadelCielo15años.

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