De leyendas y fantasías.- La luna, llena más brillante que de costumbre ilumina por la noche las lomas y las laderas sin pedirle nada a la famosa de octubre. Es la primera luna llena de verano por lo que su brillo es más intenso tirándole a anaranjado debido al sol solsticial. Termina junio, hay revuelo entre la gente por el jelengue del futbol y porque mañana son las elecciones. Ya terminaron las campañas y ya se dejaron de escuchar los molestos spots de candidatos y de partidos que saturaron la radio y la televisión por más de tres meses. Estas noches claras son favorables para los “tlapeveros”, esos cazadores nocturnos que se adentran en las barrancas en busca de alguna presa, de esos animales que abundan en la región y que son parte del alimento del campesino: toches, tejones, mapaches y hasta tlacuaches; los cuales ya es más difícil cazar, pues la desforestación y la contaminación han reducido su hábitat. Estas noches de luna sirven para reuniones familiares de vecinos y amigos en las que se comparte el café con pan y las pláticas sobre leyendas y hasta de “espantos”. Sale a relucir la Llorona, Juan del Monte, el perro negro que arrastra una cadena y los traviesos duendes que desde siempre, se divierten perdiendo a la gente. “¿De veras existen los duendes abuelo?” El viejo caballero del monte, heredero de leyendas de sus ancestros, curado de espanto y curtido por cientos de plenilunios, le da un sorbo a su jarro de café humeante, se acomoda en su silla de paja y platica: “Desde luego que existen los duendes, son seres elementales que habitan en otro plano que algunos llaman el éter que el ser humano no puede ver. Son personitas que viven en las fincas, que en determinadas condiciones se hacen visibles o amigos de niños o personas que tengan corazón puro y que estén desapegados del mundo material y ambiciones. De niños jugábamos con ellos, pero los grandes no pueden verlos. Son parte de la Madre Naturaleza y son para el bien y no para el mal de nadie...” Tras esa hermosa reflexión, un joven campesino que acababa de llegar y no escuchó el relato, se apresuró a preguntarle por la elección de mañana, lo que generó el abucheo de los que estaban absortos con los duendes. Sin embargo con la misma calma, el viejo cortador, también dio respuesta a tan intransigente pregunta: “Aquí entre las fincas de café, poco sabemos de alianzas o coaliciones, solo vemos que los gobiernos no voltean al campo y lo tienen olvidado. Algunos candidatos prometen que impulsarán el café, cuando ni siquiera saben del ciclo de la rubiácea. Lo ven como producción y no como cultura. Desconocen la parte histórica, social y romántica de este producto que le da vida a la región. Ignoran que seguimos ‘beneficiando’ el café con técnicas del siglo antepasado donde se abusa del agua y se contamina los ríos. Nuestro país es maravilloso, abundante, generoso y su gente muy valiosa y de trabajo, pero ha sido saqueado por bandidos disfrazados de políticos que le han dado en la madre. Por eso debemos ser cuidadosos a la hora de votar. Debe ser por gente que tenga valores, valores elementales, y los aplique en la función pública y en el ejercicio de la política. Analicen bien, no se dejen llevar por promesas ficticias que solo son mentiras. Necesitamos gente con honestidad demostrada, experiencia y sensibilidad social. Que conozca y valore la realidad que se vive en el campo, donde la naturaleza es un perfecto equilibrio, es abundancia, es perfección…” Todos se quedaron callados pues también fue una respuesta interesante a una pregunta impropia. Pero quedaron complacidos. El viejo enjuto se levantó y se despidió diciendo, “La próxima les platico del diablo... que llegó a gobernar…”
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