martes, 25 de diciembre de 2018

Cerca del Cielo.


Por: José Ramon Flores.

El deporte hace prodigios.

Doña Edi Morales, enfermera jubilada de 73 años, practica Thai Chi, el deporte le ayuda a sentirse mejor. “Siendo honesta, me cuesta levantarme, pero una vez que lo hago, no paro. Ahora después de vivir lo que viví (una grave enfermedad gastrointestinal) sentí, atrevo a decir, que el deporte es lo mejor. Tengo que estar bien físicamente, ya que tengo una nieta pequeña y si quiero jugar con ella, debo de estar bien de salud”.

En lo personal, cuando logré zafarme de las garras del alcoholismo, el deporte fue una autentica tabla de salvación en mi naufragio. La práctica del deporte, fue muy importante, aquellas mañanas subiendo al Cofre de Perote, pujando y dejando el alma en cada paso que daba, aquel esfuerzo realizado, fueron construyendo el sólido andamiaje que me sigue manteniendo a salvo.

Una ocasión que subía penosamente el Pico de Orizaba, solo y mi alma, en aquella inmensa soledad blanca, el esfuerzo físico me hacía olvidar esta obsesión momentánea. El día de hoy cierro los ojos y puedo volver a sentir, el violento sonido del corazón en los oídos, la respiración entrecortada y agitada, jalando aire por boca y nariz, devorándolo prácticamente. Recordar es vivir, puedo escuchar, el sonido metálico de los crampones y el piolet al incrustarse en la nieve congelada. Es un sonido repetitivo, que se convierte en compañía. Recuerdo también algo muy curioso, la precariedad de oxígeno, el esfuerzo brutal y la altura provocan alucinaciones y también se escuchan voces. Recuerdo perfectamente haber escuchado que una voz, que me llamaba por mi nombre. Conteste y al voltear para poder ver al autor del sonido, solo escuche el aullido del viento y sin distinguir alma alguna a cientos de metros al alrededor. Un silencio absoluto y una soledad profunda teñida de blanco.

Said, niño con un solo brazo, practica futbol americano, cuando corre, agitando su único brazo, para poder mantenerse de pie, pareciera un halcón, con una sola ala, luchando con las corrientes de aire para poder elevarse a las alturas. A Said es insólito, lo que a lo hace sacar lo mejor de sí mismo. Exigirse lo máximo. Y es, cuando le dicen, que debe de abandonar su intención de ser jugador de americano. Escuchar que le digan que jamás lograra su objetivo, es música para sus oídos. El amor y la confianza, que su madre, le infunde siempre, es un oasis de poder para el pequeño.

Me hace recordar, hace solo algunos meses, jugando futbol, tuve de rival a una persona, con un solo brazo también, con mucha vergüenza, reconozco, que con un mejor rendimiento en la cancha que muchos de nosotros. Conducía el balón con maestría, y disputaba la pelota, sin limitaciones de ningún tipo. Tanto por arriba como a nivel del empastado. Uruguay se coronó en el Maracaná, contando entre sus jugadores con un jugador manco.

El deporte es una gran herramienta de superación física y espiritual, podría incluso asegurar que es el elixir de la eterna juventud. El poder del deporte no conoce límites, recuerdo haber leído en una revista que se editaba hace ya algunos años, su nombre era Atleta dirigida principalmente a quienes practican el atletismo. En un articulo de esta revista, hacía mención a un grupo de personas mayores de 60 años que en un momento de su vida habían sobrevivido a infartos al corazón, sin haber corrido en su juventud, descubrieron en la practica de la carrera, una manera de sobrevivencia, evitando caer en una vida de miedo a cualquier actividad física. Y por increíble que parezca, comenzaron a realizar verdaderas proezas como correr maratones. Algo de verdad increíble, fue el poder y misterio del deporte el responsable de este milagro.

Es una realidad que las limitaciones son inventos de la mente, producto muchas veces también de lo que escuchamos y aprendemos dentro del seno familiar. Las circunstancias adversas también son detonantes, como el caso de quienes después de un accidente tan traumático y grave, como un infarto, descubrieron un tesoro invaluable, de voluntad, coraje y disciplina. Recuerdo que cuando leí el artículo, se me hizo casi imposible de creer. Y es que así son los milagros, muy difíciles de creer. Viví la carrera en carne propia durante muchos años, sin propósitos de competencia, si no por salud y como preparación, y es una cuestión adictiva. Cuando se corre, el cuerpo produce dopamina, que provoca felicidad, mas de una vez, corriendo fui invadido por accesos de risa sin control y sin chiste de por medio. Era, sin mentir en esos momentos, un candidato natural para el manicomio, además de que mi cara, no me ayuda nada como para pensar que sea un tipo cuerdo.



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