jueves, 27 de diciembre de 2018

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez


Charlas indiscretas.- 

Hacía mucho tiempo que no caminaba por el centro de Xalapa, esta semana quise hacerlo. Había mucha gente, casi toda caminando de prisa, con la mirada perdida en algún lugar, indiferentes al entorno inmediato y dirigiéndose a un punto indefinido. Los olores y los sonidos son los de siempre, el trajín de la ciudad es el mismo, el paisaje igual. Músicos callejeros, pordioseros con cuerpos mutilados pidiendo caridad con voz lastimera y, en medio de todo, la soledad.

Estoy en el mostrador de una tienda. Entra una pareja ya entrada en años; él, parco, ella, parlanchina con un claro acento español. Quiero un cinturón de 2 vistas para mi marido, dice en un tono obligadamente oído por todos, y agrega con voz de mando: “póngame sobre el mostrador los suéteres y chamarras en talla grande para escogerle unos a mi esposo”. Mientras ella se ocupa en tan importante tarea, el señor entabla una amena charla con quien al parecer, era el dueño de la tienda; por la cordialidad del trato se percibe que eran viejos amigos. ¿Qué sabes del compadre? Pregunta uno. Pues ya vez, nunca fue bueno para el negocio y el trabajo no es lo suyo, estaba quebrado, pero se metió a la política y hoy esta hinchado en pesos. Al oírlos comprendo que esa es la idea que prevalece en el imaginario colectivo, el creer que la política es un medio de enriquecerse y no una oportunidad de servir.

La charla sigue, hablan de la época, de las preocupaciones del día, de los frentes fríos, de los hijos ausentes, de las suertes que nos espera. Este país ya se jodió, afirma enfático quien lleva el hilo de la plática. ¿Por qué? Le pregunta su interlocutor: por las locuras de su presidente… silencio.

Discutir para arriba.- 

Siempre o nunca, son adverbios que no me gustan y que uno debiera abstenerse de utilizar. Es como decir todos o nadie, todo o nada. El pensar bajo estos conceptos que denotan extremos, conducen a generalizaciones que pueden ser lastimosas y crean estereotipos que en su simplismo llevan el vicio de considerar iguales a quienes no son iguales. Es como mirar al mundo en blanco y negro sin percatarse de la maravillosa inmensidad de matices que existen; es como poner a los buenos frente a los malos en un inútil maniqueísmo. Decir que todos son deshonestos es tan necio como decir que todos son virtuosos. 

Hablando de generalizaciones se afirmó en el informe que con cargo al erario municipal se cubrían gastos personales y de familia. Allá aquel y sus secuaces. No fue mi caso.

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