No lo podía creer, pero…eran ellos.
En 1975, la Compañía Nestlé, realizaba torneos anuales de futbol de todas sus filiales del país. Las sedes eran alternas, el propósito era que los empleados y obreros, tuvieran una convivencia fraternal. Como hijo de un obrero, tuve oportunidad de ir a Taquín, San Luis Potosí; Lagos de Moreno, Jalisco y Toluca, estado de México.
Con mucha vanidad -lo admito- comento, que mi padre Ramon Flores Méndez fue pionero del Sindicato de esta trasnacional, ocupó las carteras más importantes, tanto en el Comité Ejecutivo Local y Nacional. Como hijo de obrero, a los 17 años fui tomado en cuenta, para el torneo que se celebraría en Toluca, si la memoria no me falla, en esta fábrica se hace el Nescafé.
Dicho torneo siempre se realizaba en el mes de mayo y comenzábamos a entrenar desde los primeros meses del año para ir en buena forma a esta fiesta anual de futbol. El primer torneo se celebró en Coatepec, asistí como espectador y fue todo un acontecimiento, el deportivo López Mateos fue insuficiente para dar cabida a tanta gente. La calle se colapsó prácticamente por tanto vehículo y autobuses donde viajaban todas las delegaciones. También recuerdo que el equipo de Ocotlán era de los grandes protagonistas, campeón muchas veces. Mito o realidad, siempre se especuló en torno a que siendo una competencia exclusiva para trabajadores de la trasnacional y que Ocotlán se reforzaba con jugadores profesionales.
Llegamos a Toluca, un poco antes de entrar a la ciudad estaba el lugar donde se desarrollaría el torneo relámpago. Es un centro de capacitación de la trasnacional adaptado con cómodos dormitorios y un amplio comedor. Eran las 7 de la noche, después de instalarnos pasamos casi de inmediato a cenar y realizamos un reconocimiento de la cancha que contaba con iluminación, cancha impecable, como mesa de villar, había un comité de recepción, que se encargaba de dar la bienvenida a todos los equipos. La logística era impecable.
Más tarde hubo que irse a dormir, había que estar listo para el día siguiente. La verdad siempre he sido presa de la ansiedad ante los grandes eventos, me sentía muy nervioso, el compromiso me generaba mucho miedo e incertidumbre. Mi posición siempre fue de defensa central, y siempre marcando al centro delantero. Recuerdo muy bien que años mas tarde, como estudiante de la Universidad Autónoma de Chiapas, aun siendo presa de muchas dudas e incertidumbre, tuve la fortuna de jugar con la selección universitaria.
Al día siguiente la cancha era un autentico festival de colores y olor a ropa deportiva nueva. Guerra de nervios internas, al ver a jugadores rivales fornidos, que tocaban el balón con clase y elegancia. Mañana despejada, con un sol maravilloso.
La inauguración programada para las 9 de la mañana, el torneo duraba todo el día, eran eliminatorias directas. Era ya inminente, pero no sucedía. Nos tocaba por el sorteo, abrir contra Ocotlán en el partido estelar. Los jugadores rivales ya brincaban y calentaban ansiosos por comenzar al igual que nosotros. La ceremonia un poco retrasada dio paso a algo inesperado, repentinamente vimos ingresar a un grupo de varones a la cancha, uno de ellos el gerente de la factoría de Toluca, caminando lentamente se dirigieron al centro de la cancha, donde se daría la patada inicial, al verlos mas de cerca, no lo podíamos creer, se trataba de Vicente Pereda, la máxima figura de los choriceros; “la Pantera Negra”, Ítalo Estupiñán; Walter Gasside, portero uruguayo; Javier Cárdenas, quien sería mundialista con México en Argentina 1978; Moisés Figueroa y Arturo López, lateral toluqueño.
Vicente Pereda, el “Diablo Mayor”, fue el encargado de dar la primera patada, dando inicio oficial del festival futbolero.
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