En derecho, me refiero a la diciplina que estudia la ley, ser culpable es la comisión de un acto que ha generado una reacción, cuyo efecto se manifiesta como daño a terceros. ¡Zas!, lo hiciste adrede, eres doloso, pena máxima; fue involuntario, entonces eres culposo, a la cárcel con tus huesos. El juez dictamina la gravedad de la culpa, en cuanto a la valoración de los efectos del acto culpable y emite una sentencia, que siempre pretende ser dolorosa, al cabo, la culpa se debe castigar.
Este es el paradigma: ‘La culpa se debe castigar’. Y fíjese, amigo lector, cómo, según pasa la condena, la culpa no disminuye. Incluso, por las mortificaciones del penal, aumenta. Pregúntele a la subdirectora de Psicología de un penal de alta seguridad.
¿En qué momento el culpable cree que ha expiado su culpa? Si lo logra, será cuando se perdone a sí mismo. Pero vamos a grano. A partir de la culpa, la sociedad genera la revancha de sus agravios, castigando al transgresor, al culpable.
Una amiga lo ve como un ejercicio del karma, que se manifiesta a través de los vericuetos kafkianos de la administración de justicia mexicana. Lo cual resulta un enredo kármico mayúsculo. La cuestión radica en que, no importa cómo lo valoremos, siempre hay un culpable. Y se trata de que se sepa culpable y de ser posible, experimente todo el peso de la culpa.
Pudiéramos conjeturar que la conciencia de cada ser humano, le permite al sujeto considerar “para sus adentros” si alguna conducta suya puede causar daño a otros o a su misma persona. Como dicen en protección ciudadana: daños a bienes y personas.
Si evita esa conducta, pues, sigue su camino, trinan los pájaros y va en paz. Pero si la comete, la mala acción, ¡ándale!, ahí debe nacer la culpa en una conciencia moral o moralizada con amenazas infinitas como infierno y sus tormentos. En el ámbito cultural mexicano, catoliquísimo, es pecado.
Aplicando la sabiduría popular de los municipios de Ruíz, Nayarit y Escuinapa, Sinaloa, aplicando el paradigma definido más arriba: ‘Tú te lo buscaste, tú te lo ten’.
Cuando sobreviene el arrepentimiento, en ese preciso instante, enseñan las doctrinas del pecado, cuando ‘tu corazón te reprende’, es entonces pues, cuando la culpa se convierte en pecado.
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