En algunas ocasiones resulta complicado abordar el recuerdo de las personas que nos han acompañado en nuestras vidas.
Física o espiritualmente la presencia de nuestros conocidos que gradualmente se convierten en amigos y que seleccionamos para concederles nuestra confianza, nuestro respeto y se integran a nuestro equipo de vida.
Alberto Cortez llegó a incidir en mí, al escuchar una canción de moda que se refería a la vivencia sonora de amistad entre un árbol y su niñez, después, una campaña publicitaria donde se nos invitaba a la protección al agua y al medio ambiente en México, esa estrategia nos acercó al cantautor argentino a muchos compañeros en escuela.
Su aparición en “Siempre en Domingo” y regalarnos la vivencia de experimentar la ternura al cantar la soledad de un can, paralelamente, otros cantantes y compositores matizaban nuestra adolescencia, Serrat, Facundo Cabral, Chabuca Granda, Raphael, Massiel, etc., nos condujeron a valorar la belleza de nuestro idioma, fueron apareciendo textos musicalizados de Antonio Machado, de Nicolás Guillén, por esas canciones fue mas sencillo enterarnos de la existencia del Quijote de la Mancha y de Sancho Panza, era la mezcla perfecta de la poesía, la gramática, la literatura y la música.
Con la llegada de nuestras clases de Música y Literatura y con nuestro avance en el aprendizaje en las clases de guitarra, algunos dimos nuestros primeros pasos en el escenario de alguna fiesta escolar, la integración de la rondalla de secundaria, ensayar las letras en “Notitas Musicales” y aprendernos las pisadas en “Guitarra Fácil”.
Cortez y sus canciones estuvieron presentes en nuestras serenatas, en nuestras reuniones de amigos, en algunas veces nos motivó a tener valor en las primeras líneas poéticas destinadas a la Madre, a la Familia, a la pareja o a los amigos.
Imborrable para mi, aquella experiencia cuando tuve la idea de reclamar y visitarlo en un ensayo en el Teatro Clavijero en Veracruz, previo a su concierto vespertino, con el derecho que me daba un boleto de un concierto cancelado abruptamente la tarde anterior en Xalapa, con el derecho de asistir en primera fila, obtuve un pase y una foto a color autografiada, un café, unas galletas por parte de su equipo.
El legado de Cortez sigue presente.
Un nudo en la garganta saluda hoy su suave ausencia.
Como dijera en su canción: “Como la marea”
“Se fue de repente…”
Contacto:
hectorhernandezparra77@gmail.com
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Muy entrañable tu comentario, ciudadano, excelente etapa de la vida en México, la que describes.
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