1972, fallece una alpinista en el Pico de Orizaba.
Era la voz de Jacobo Zabludovsky en el noticiero más famoso en aquellos años, 24 horas. Tenia 15 años de edad, cuando por televisión, el famoso comunicador, con su inigualable voz y estilo, informo del lamentable hecho ocurrido en la montaña mas alta de México. En la inconciencia hasta cierto punto normal, propia de la edad, tuve hasta cierto punto envidia de no ser, la desafortunada montañista, morir en lo mas alto del país, lo convertía a uno en una celebridad. Los ídolos del deporte, cuando mueren jóvenes, se convierten en leyendas inmortales. Sin embargo, no hay nada como estar vivo, aunque ni en mi casa me conozcan.
Cuando caí en una ocasión en la grieta mayor del Pico, los nervios de acero de mi amigo Romeo Donn, quien me sujeto con determinación, del gorro de la chamarra, evitando que me fuera al interior de la siniestra grieta del volcán. El piolet al pivotear, me provoco una cortada en la mano derecha, con un sangrado leve, pero si abundante. Fue un accidente menor afortunadamente, pero no exento de miedo y angustia. Caer en lo profundo de una grieta debe de ser algo espantoso. Quienes lo han sufrido, lo relatan como una experiencia apocalíptica, hay que imaginar, cuando se avienta a una alberca desde lo alto del trampolín, es una experiencia aterradora, sobre todo cuando no se sabe nadar, como es mi caso, son segundos, que se hacen una eternidad. Es algo que ya hice en alguna ocasión.
Cuando me sucedió lo del Pico, tenia que hacer el recorrido de la grieta, con mucho cuidado, y prácticamente se tiene que flotar sobre el delgado puente de hielo, que une los bordes, se convierte en un ejercicio que demanda mucha concentración y confianza en uno mismo. Yo me precipite, porque lo hice con mucha tensión, miedo e inseguridad. Lo que recuerdo fue un tronido del hielo al quebrarse, y sentí como si me hubieran jalado los pies, con violencia. Fueron instantes de absoluta confusión, cristales diminutos de hielo volando por los aires, el silencio sepulcral que impera en una montaña a mas de 5 mil metros de altura, lo rasgué, lo rompí, todo se transforma, las emociones, el silencio, el miedo, la angustia, se materializan, en olor, color y sabor.
El miedo es parte fundamental al subir una montaña, y desde mi punto de vista, gracias al miedo se logra subir y bajar con éxito. Podría decir que tener miedo en la montaña, es tener respeto por ella. En aquella ocasión de la grieta, después de pasado aquel momento de tensión y miedo, con la mano cubierta de sangre, tuvimos que reanudar el descenso. La risa también por necesidad tiene participación al no ocurrir nada grave, lo mío bien podría explicarse, como una literal metida de pata. En lugar de deslizarme sobre la delgada película de hielo, di un paso grotesco y empujé la bota, hacia el interior de la grieta. La risa era porque, jamás lo pude recordar, hasta el día de hoy, pero Romeo me aseguro que grité ¡¡Hay mamacita linda!! Al más puro estilo del desaparecido comediante mexicano Resortes.
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