Desde hace algunos años, en la ciencia social, ha cobrado mucha importancia el tema del capital social. Y como siempre, hubo un disparador que nos hizo abordar el tema de la organización social en la óptica de la comunidad, entendida esta como un conjunto de personas que comparten el espacio vital, costumbres, tradiciones y modos de pensar. Robert Putnam puso el dedo en la llaga con su libro ‘Bowling Alone’, en el que señala cómo se ha ido diluyendo el concepto comunidad, con graves perjuicios en los Estados Unidos. De este tema me encargaré en otra ocasión.
El ejemplo más claro, de lo que es una comunidad, es la tribu. Acá en México suele llamarse: identidad étnica – cultural, y hace referencia siempre a los pueblos originarios, nombrados como grupos étnicos o indios de México. De este modo es sencillo identificar, siempre con base en el idioma que hablan, a estas tribus. Tenemos a los huicholes (autodenominados wirrarica), a los tarahumaras (autodenominados rarámuri) y, otros cincuenta grupos étnicos que hablan una lengua en particular.
Hago esta introducción con el fin de acercarme al concepto ‘comunidad’. Por lo pronto voy a dejar a los indios en paz, me voy a dirigir al verdadero objetivo de este texto que comparto con ustedes, amables lectores, que es la comunidad como capital social.
La comunidad ‘per se’, ha sido y es, en lo que aún pervive, un elemento fundamental en la conformación de las naciones. En los Estados Unidos (EE.UU.) los supervisores escolares, los alguaciles y los jueces, son electos democráticamente, o sea, mediante el voto ciudadano de la jurisdicción correspondiente, condado o ciudad o pueblo, entonces el desempeño de las personas que ocupan estos puestos, es conocido por la ‘comunidad’.
Las costumbres de los habitantes, en donde sea, conforman los hábitos y conductas de la comunidad. Y el apego a los vecindarios, define la pertenencia de las personas. La costumbre de los arcos para las iglesias de los distintos barrios de Coatepec, Veracruz, son un buen ejemplo de la identidad auto asumida de la gente que dice yo soy de San Miguel, yo de Fátima, yo del Calvario, etcétera. Y toda la ciudad está unida para celebrar las fiestas de San Jerónimo, así como Xico, hace lo propio con su fiesta de María Magdalena.
El sábado fui testigo de una manifestación harto interesante de lo que bien puedo llamar la comunidad coatepecana. Una comunidad que no es de un barrio o demarcación, sino de esa comunidad presente en la cultura de la ciudad, personas que estiman la limpieza del ‘Coatepetl’, los logros de ‘la casa del arpa’, las redes sociales de Facebook ‘Lo que pasa en Coatepec’, la panadería ‘El Resobado’, la cantina ‘La estrella de Oro’, “E Tío Yeyo”, ‘El Café de Avelino’, ‘CASU’, ‘La Onza’, ‘La Finca Andrade’, ‘El mercado municipal’, ‘El Regional’, ‘Radio Teocelo’, ‘Las hamburguesas May’; y el hoy ya emblemático semanario ‘Espresso’, que este sábado 19 de octubre, cumplió tres años de aportar sus paladas de arena: información, cultura y entretenimiento, mediante la palabra escrita, para la gente coatepecana.
Yo nos vi en el evento, compartiendo pastel, vino, gelatina y canapés, pero más que nada, la charla amable en la interacción grupal. Es esta comunidad, un capital social pensante, la que de una manera u otra, participa en el destino de la ciudad, la cual se ha ganado la fama de ser la meca cafetalera, habitada por gente emprendedora y valiente.
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