Invierno y Navidad.- El final del otoño y el principio del invierno se palpan en las fincas, ya que el clima es húmedo y frío, lo que hace que se dificulte la recolección de los granos de café cereza. Los campesinos conocedores y expertos se la ingenian para que no se les entuman los dedos a la hora de ir cortando de manera selectiva los granos rojos. Algunos llevan un hule en la espalda para protegerse del rocío. Una vez que ‘agarran’ un surco se van de corridito repasando las matas que generosas brindan su producto. Ya han llegado más cortadores a las fincas pues la cosecha se empieza a poner buena al llegar el invierno, el cual inicia justamente este 21 de diciembre. El bullicio de los cortadores se hace más audible. En esta temporada la finca tiene una aroma muy peculiar, huele a miel, huele a tierra mojada y a sudor, huelen los tenates y las lonas mojadas y huele también a humedad y al buen humor de la gente. En la pausa cordial de la hora del ‘rancho’, justo cuando la lumbre ya chispea y hace mucho humo por la humedad de la leña, cuando se degustan los tacos de frijol y las memelas, una de las mujeres cortadoras le cuestiona al viejo campesino sabio, su opinión sobre la Navidad; a lo que el anciano oráculo de las fincas, curtido por el tiempo y el trabajo, ni tardo ni perezoso, se limpia la boca con las mangas de la húmeda y raída camisa, se echa un buche de aguardiente de Mahuixtlán e inicia su elocuente panegírico: “La Navidad encierra un profundo simbolismo, más allá de los festejos y villancicos. El nacimiento de Jesús de Nazaret no fue el nacimiento de un hombre ordinario. Fue el nacimiento del hombre más extraordinario en la historia. Representa la unión lo divino con lo humano. Aunque la decisión de celebrar Navidad el 25 de diciembre fue tomada hasta el siglo cuarto por obispos de la iglesia en Roma, quienes decidieron establecer esta celebración durante el solsticio de invierno en un intento por cristianizar las tradiciones paganas en honor a Saturno, dios de la cosecha, y Mitra, dios de la luz, o los festivales en honor al fin de la época de cosechas a mediados de diciembre. Hay que entender que Jesús fue un ser humano incomprendido como lo fueron cientos de personas que fueron crucificadas. Pero las religiones han tergiversado la verdad de las sagradas escrituras, no sólo en el cristianismo sino en todas. Jesús fue un ser humano valiente que nos legó un mensaje de amor, trabajo y servicio al prójimo. Que entendía y explicaba que Dios, no es una persona sino una Energía que abarca el Universo infinito. Cientos de sabios del pasado y del presente han sido capaces de conectar con esa Energía, y Jesús fue uno de los iluminados que fueron capaces de hacerlo. Y compartió sus conocimientos con nosotros. Trató de enseñarnos, pero nos lo ocultan, que cuando acudimos a nuestra Energía Divina, y meditamos en el Amor y la compasión innatos que yacen dentro de nosotros, encontramos a Dios. Entonces es cuando podemos obrar milagros”. ¡Pa’ su madre! Muy confundidos, pero más interesados, circulan una botella con café con leche y algunos su obligado cigarro para la digestión, pero le conminan, con su silencio, a que continúen con esta maravillosa cátedra. A lo que el apóstol del conocimiento y de la enseñanza pragmática, sin vacilar continúa: "Por todo esto, el milagro de la Natividad está presente aquí y ahora con la misma enorme fuerza que hace más de dos mil años; con ese brío que, pese a siglos y olvidos, sigue modificando el tiempo, iluminando hogares, exaltando ánimos e inspirando sueños; como una hermosa, esperada e imperiosa pausa que propicia el abrazo, serena la mente, reconcilia el espíritu y descansa el corazón. Debemos entender que la Navidad está en la mirada de un padre, en la sonrisa de un niño, en el abrazo de un amigo, en el ideal de un soñador y en la lucha de un justo. Se manifiesta en la lealtad que le debemos al corazón propio y en la nobleza de la que todo ser humano ha sido dotado para dar sentido a la vida y para gloria del mundo. Una presencia que obliga a una forma de vida, la del amor al prójimo, la de saber perdonar, la que hace del bien la mayor felicidad. El mensaje proclamado a partir del nacimiento de Jesús hace dos mil años es hoy abrumadoramente vigente e imponentemente esperanzador. La Navidad hace propicia la oportunidad para nacer y renacer; para comenzar y recomenzar, y para vivir permanentemente el milagro. El libre albedrío es espacio para la responsabilidad, para construir en convicción y conciencia una realidad mejor, una familia, una ciudad, un estado, un país, un mundo mejor, fundado en el amor”… El bohemio calló, el silencio invadió la finca y con un profundo sentimiento de espiritualidad, los cortadores recogieron sus trastes, y se dispusieron a continuar con el corte. Mientras el clima lo permite. Pero con una sonrisa en el corazón y una expresión de comprensión... y de paz…
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