lunes, 23 de diciembre de 2019

ESPRESSO CORTADO Gilberto Medina Casillas



¿Navidad o fiestas familiares?

Los seres humanos vivimos en sociedades que históricamente van cobrando identidad a partir de los usos y costumbres, contexto dentro del cual, las tradiciones y leyendas juegan un rol principal. Mediante el difusionismo, muchas tradiciones y usos locales van enraizándose en otras latitudes, mismas que al paso del tiempo se tornan vernáculas.

Este proceso lo podemos observar muy claramente en la navidad y el festejo que acarrea. En occidente, más que en otras partes del mundo, la fecha congrecional de la navidad se ha dispuesto para el 25 de diciembre, a partir del año 440 D.C., cuando un papa llamado Julio I tuvo la ocurrencia de hacerlo, llevado por esa estrategia característica del catolicismo de usar fiestas que los pueblos conmemoran localmente para darles visos de la nueva religiosidad. En este caso, Julio I toma las fiestas saturnales, muy entrañables en la Roma de los césares, como punto de partida, para sumar romanos a la iglesia católica, además, el 25 de diciembre se celebraba una fiesta que cobró mucha importancia bajo el emperador Tiberio, la dedicada al Sol Invicto, identificado con Apolo, que vino a desplazar a los otros dioses del Olimpo a un segundo plano.

La cosa es que los cristianos primeros, creían que Jesucristo había nacido en la primavera, pero tanto estos como Julio I estaban equivocados. Tras un cálculo histórico, basado en fechas perfectamente establecidas, como la muerte de Cleopatra o el lapso del imperio de Tiberio; y en las pistas que da la Biblia, concernientes al nacimiento de Juan el bautista, y el hecho señalado que Jesús nació cinco meses después del bautista, la fecha queda el 29 de septiembre del año 2 A.C., pues el año cero, que suponemos se establece al nacimiento de Jesucristo, está movido dos años, desde la óptica del análisis de los calendarios comparados, en una perspectiva astronómica indubitable.

Así las cosas, la historicidad o verosimilitud de la navidad concebida como el nacimiento de Jesucristo, el salvador de la humanidad, un 25 de diciembre sencillamente no es verídica, lo cual, realmente, no tiene la menor importancia.

Entonces, ¿para qué tanto argüende? Se trata de abordar el tema de las fiestas familiares, que con este pretexto congregan a los familiares y amigos en las casas de unos y otros para cenar los platos específicos que la tradición ordena para la fiesta de la navidad en particular. En México, además del guajolote con nombre curro, se comen romeritos con mole poblano y tortas de camarón, espagueti con ajo, pescado tipo bacalao preparado a la vizcaína, galletas de jengibre, pastel de frutas estilo alemán, ensalada de manzana con crema y duraznos en almíbar, lomo de puerco con ciruela al horno y no faltarán los frutos secos, los dátiles y las nueces. Este menú es el que la clase media y alta intenta consumir, siguiendo el modelo estadounidense exportado por nuestro vecino del norte, con todo y su Santa Clós, renos, elfos y muñecos de nieve.

La navidad es una temporada de incrementos notables en las ventas de cualquier cantidad de cosas distintas, algunas que no sirven para nada, a fin de soportar el intenso proceso de ‘regalitis aguda’, que parece condicionar el cariño que sentimos unos por otros. En síntesis, en México, las fiestas familiares con el tema de la navidad, son amenas comilonas que se acompañan con todo tipo de bebidas alcohólicas y donde se lanzan cohetes silbantes y estruendosos a la hora cero. También son días con muchos accidentes de tránsito, hospitales con la salas de urgencias al tope y arrepentimientos múltiples. Ah, y en casos que se dan en pueblos más conservadores, misas de gallo, sonrisas y cariños, inspirados por el amor al niño dios, que acaba de nacer.

Termino con un recuerdo. Eugene Ionesco escribe en su diario: ‘Estuve en un país nórdico, en una celebración navideña, bajo un árbol grande adornado con luces y un sinfín de adornos, se acomodaron mesas con magníficas viandas apetitosas, todos allí se abrazaban y se besaban como si se quisieran mucho. Y yo pensé que ellos sabían algo, que yo no he sabido nunca y que, quizá, ignoraré siempre’.

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