lunes, 20 de enero de 2020

Cerca del Cielo. Por: José Ramón Flores. Infierno Blanco en la India.



Infierno Blanco en la India.-

Salimos de México a principios de octubre de 2006, México-Los Ángeles- Madrid y Nueva Delhi, estuvimos en la capital india casi una semana, antes de partir, a la base del Changabang, de los Himalaya indios. Changabang es una de cumbres más codiciadas de esta cadena montañosa, que pertenece a los Himalayas, pero también una montaña peligrosa y muy traicionera, las montañas jamás han tenido palabra de honor. Un alpinista polaco, que logró subir a la cumbre en 1988, cuando bajó, en una entrevista, manifestó que estaba arrepentido de haber estado en la enigmática y misteriosa montaña. Dos de sus compañeros habían sido arrastrados de manera brutal y vertigionosa por una feroz avalancha. Aseguró que había contado más de diez avalanchas en un lapso de media hora, que había sido una verdadera orgía de muerte y horror. Sus compañeros, expresó “Fueron devorados por toneladas de hielo, nieve y rocas”.

Que fue como ver pasar un ferrocarril a una velocidad demonéaca, siendo solo salpicado por los cristales, que el feroz movimiento arrojaba a su paso. Todo ocurrió en cuestión de segundos, minuto y medio, fue lo que calculó que duró la desgracia. Que había sido una catástrofe blanca, fría y mecánica de montaña, donde los minutos se contabilizan, de otra manera, si se reza, se termina un padre nuestro, y la violencia sigue, si se logra recordar un ave María, también se termina de implorar, y sigue sin parar, la tragedia, la muerte sigue en su ritual de sangre y dolor. Cuando reaccionó escuchó una voz, que suplicaba “Ya no más, por favor, ya no más”. Era él mismo, suplicándole al Changabang, que parara su orgía de horror y muerte.

Llegar a la cumbre de esta montaña les llevó, a Andrés Delgado y Alfonso de la Parra, 72 horas de esfuerzo brutal, desde un campamento base instalado de manera precaria y casi improvisada. La forma geométrica de esta montaña todo lo hace difícil, los desprendimientos de hielo, nieve y rocas son lo cotidiano. Casi para llegar a la cumbre tuvieron que realizar una maniobra extraña en una montaña. Había que rodear una roca de figura romboide, aquí tuvieron que descender aproximadamente 15 metros, para poder librar este último obstáculo. Casi todos los alpinistas cuando llegan a esta parte, desisten de hacer cumbre y prefieren regresar. La pared de unos 35 metros de altura, genera una espeluznante psicocis.

El tipo de roca de esta pared es tan dura, que los clavos se doblan al golpearlos con el martillo. Practicamente hay que subir esta parte en escalada libre. Abandonaron las mochilas en ese punto y con manos y pies iniciaron la aterrorizante escalada del último tramo, tenían hacia abajo un precipicio de más de mil metros de altura, solo cargaban con una cuerda para hacer rapel para poder bajar. Había pedazos de cuerda podridas por el tiempo, de escaladores que habían realizado la misma maniobra. Al ir subiendo con mucho esfuerzo, respirando violentamente por nariz y boca, encontraron el cuerpo de un alpinista colgado de una cuerda, su ropa ya hecho jirones y casi totalmente descarnado, era un cuadro espectral.

Este esqueleto humano, que se balanceaba tetricamente, movido por el gelido viento, era el testimonio de lo que había que pagar por estar en esta montaña. Andrés y Alfonso no hablaban absolutamente nada, solo cruzaban sus miradas, para indicarse la ruta a seguir, fingiendo ambos que lo del cuerpo colgando no les había provocado ninguna emoción, ni miedo. Lograron llegar a una base rocosa de solo unos cuantos metros, la ráfaga de viento que casi los arroja al vacío, fue la señal de que habían llegado a la cumbre. Ya no había nada hacia arriba. La cumbre del Changabang había sido vencida por primera vez por alpinistas mexicanos.

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