lunes, 20 de enero de 2020

Cultura María Enriqueta Camarillo y Roa



María Enriqueta Camarillo y Roa nació en Coatepec el 19 de enero de 1872. Comenzó a escribir y a dibujar a los seis años. Heredó de su madre y de su familia materna el talento literario, y de su padre un gran amor y una verdadera pasión por la música. En la capital, ingresó en el Conservatorio Nacional en el año de 1887, para cursar la carrera de pianista; en 1895, recibe el diploma de maestra de piano y desde entonces, dio conciertos, audiciones, clases de música y compuso algunas piezas musicales, aunque siempre prefirió dedicarse a la escritura.

En 1894 hace su entrada al mundo literario bajo el seudónimo de Iván Moszkowski, con el que publica sus dos primeros poemas. Al año siguiente empezaría a ser conocida para las letras hispánicas como María Enriqueta, única figura femenina reconocida como escritora por sus contemporáneos, en pleno auge del Modernismo hispanoamericano.

Desde los 22 años comenzó a colaborar en las revistas y periódicos más importantes del México de su época. A principios de 1912, elaboró una serie de libros de lectura para las escuelas primarias, a la que tituló Rosas de la Infancia, publicada en 1914. Esta colección fue implantada por la Secretaría de Educación Pública como libro de texto para todas las escuelas primarias del país; varias generaciones de mexicanos se acercaron a la literatura en sus páginas, para todos ellos el nombre de María Enriqueta es inolvidable.

En Madrid, escribió y publicó la mayor parte de sus obras: varias novelas, una de las cuales, ‘El Secreto’, ganó un premio (en Francia) en 1922, como la mejor novela extranjera; un volumen de memorias, varios de poesía y algunos cuentos para niños. Algunos de sus libros llevan ilustraciones hechas también por ella. María Enriqueta fue, en su época, uno de los escritores mexicanos más leídos en muchos países. Sus libros se tradujeron al francés, al portugués y al italiano.

Murió en el año de 1968, pero, todavía hoy sigue siendo recordada con mucho cariño por todos aquellos que aprendieron a leer con sus ‘Rosas de la Infancia’ y por sus coterráneos coatepecanos, a quienes les dedicó su poema Coatepec.

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