lunes, 20 de julio de 2020

Por si no lo sabías .- Por. Valente Salazar Díaz

¿QUÉ ES LA CULTURA?



Al hablar sobre la cultura se suele caer en un punto de vista parcial, y el ejemplo de esto lo tenemos al escuchar la expresión “es una persona muy culta” o, por el contrario, “son unos incultos”. Lo primero que tenemos que esclarecer es el origen de la palabra “cultura”, y esto nos conduce hasta la civilización latina, donde el término cultura (proveniente del latín cultus, que tenía varios significados como cultivar, proteger, cuidar del campo o del ganado) fue poco a poco aplicándose a las costumbres, historia o legado de los pueblos que el imperio romano fue encontrando en su expansión y, en un momento posterior, a las artes, saberes y costumbres que dichos pueblos poseían, de tal manera que la cultura pasó a concebirse como el cultivo del conocimiento, pero privilegiando siempre aquello que la civilización grecolatina forjó en la antigüedad -y la judeo-cristiana posteriormente- y que persistió hasta el día de hoy, como los idiomas, las artes, las ciencias, la urbanística y  los modos de convivencia social que todavía ponderamos. Otra muy distinta hubiera sido la historia del mundo si la cultura árabe o la china se hubieran impuesto en el desarrollo histórico de la humanidad.


Así pues, cuando pensamos en alguien como “poseedor de una vasta cultura”, en realidad estamos hablando del bagaje o capital cultural que aquella persona ha adquirido a través de su vida, pero que no significa en modo alguno que sea superior o sea más “culto”  que aquel que no posee tal capital cultural, y sería ilusorio pensar que a lo largo de la historia no haya ocurrido una mezcla de culturas que afecte a cuantos nos decimos “occidentales”, “científicos” o “posmodernos”. 


Lo anterior lo podemos esclarecer de la siguiente manera: “El encuentro de dos mundos”, como se suele decir a la llegada de los españoles a estas tierras hace poco más de quinientos años, significó un cambio radical para las dos culturas –la europea y la indígena- religión, estructura social, comida y lenguaje se encontraron dándose lo que se llama un proceso de aculturación, o sea, de mezcla entre aquellos aspectos culturales que un pueblo podía apropiarse del otro; de esta manera, los europeos no estaban de ninguna manera dispuestos a que se siguieran realizando sacrificios humanos, y los nativos a su vez no estaban dispuestos a dejar de rendir estos sacrificios a sus antiguos dioses. Como bien sabemos el cristianismo se habría de imponer, así fuera a sangre y fuego, pero hasta la fecha actual podemos constatar en ciertas costumbres  la supervivencia de las antiguas festividades religiosas prehispánicas; tal es el caso de nuestro “día de muertos” con sus ofrendas, que la iglesia católica toleró por considerarla como una costumbre inofensiva y que de alguna manera se incorporaría a la festividad de “todos los santos”.


La cultura, pues, nos envuelve en nuestras tradiciones pero también es cambiante, y el ejemplo más contundente que tenemos a la mano es todo el vocabulario que se ha impuesto en unas pocas décadas a partir del desarrollo y popularización de las llamadas tecnologías de la información y comunicación, tales como el internet o las llamadas redes sociales. Palabras que tenían otros significados o simplemente no existían hace 40 años son actualmente de uso común y significado unívoco, como firewall, malware, software, etc.


Es desafortunado ver cómo antiguas tradiciones, costumbres y saberes  van poco a poco siendo abandonadas y sustituidas por nuevas expresiones de lo cultural, pero a la vez tenemos que conceder que, en un mundo ya globalizado, es imposible volver al pasado y apartarnos de nuestra actual realidad. Así, el tener un capital cultural amplio es lo deseable, el conocer como pueblo de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos no se opone a las nuevas ideas y costumbres; pero también es necesario trabajar por tener un pueblo instruido, con una educación firme y unos valores que realmente nos señalen un rumbo digno a seguir, sin perder nuestra identidad. 


La religión, las artes, las ciencias y las costumbres populares coexisten en nosotros -y en nuestro entorno- y no podemos negar aquello que somos, ni negar a nuestras nuevas generaciones esa herencia. Parafraseando al poeta  hay que “Defender a la cultura como a una trinchera”, pues pobre de aquel que pudiendo acceder al conocimiento, que es liberador y nos da valor ante la vida, se someta a la ignorancia y  a la esclavitud del miedo a lo desconocido.


Bendita ignorancia es la que nos hace sabernos pequeños ante la inmensidad de la cultura y nos impulsa a conocer más cada día.


Valente Salazar Díaz

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