Conocimiento y salud.- Los fuertes aguaceros que han caído estos últimos días, han hecho crecer los ríos y arroyos que ahora se escuchan desde lejos. Se han limpiado y han arrastrado con todo lo que encuentran a su paso. Lo malo es que también estos aguaceros provocan derrumbes y deslaves, que en ocasiones afectan zonas urbanas. El verano se despide para dar paso a la tercera estación, que en nuestra zona se caracteriza por los vientos frescos y mayor humedad. Aquí no se ven esas imágenes del otoño con hojas secas de colores marrones que nos ponen en las fotos. Aquí los árboles cambian algunas hojas pero el campo nunca pierde ese verdor intenso. Septiembre es de lluvias. El viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, no pierde el tiempo, aprovecha para coser costales, afilar machetes y azadones, desgranar mazorcas y cualquier cosa de utilidad. Se asoma de vez en cuando para ver si ha descampado. En una de esas, pasa corriendo un compa que la ver al viejo sabio de las laderas se acerca y le comenta que su chamaco anda “malo”, chilla mucho, no come y no duerme. Con su calma característica, el hierofante del conocimiento y la experiencia, el estudioso del universo y sus misterios, le dice con voz de trueno: “Llévalo con la Martina, que lo cure de espanto y de ojo”. A lo que el sorprendido campesino con mirada pasmada, sin decir la palabra le pide que le explique tal aseveración. A lo que el gurú de la medicina tradicional y de los remedios centenarios, el que ha sido testigo de pandemias y plagas, con sabiduría y tranquilidad le explica: “La medicina natural es casi tan antigua como el hombre. Hasta hace más de 3 siglos se utilizaba hierbas medicinales y algunos métodos que incluso tenían que ver con la superstición. Con el paso del tiempo su uso se preservó y se transmitió de generación en generación. Los remedios caseros no son solo simples ‘recetas’, son conocimientos empíricos comprobados que se fueron transmitiendo por generaciones, y aún son parte de varias culturas en el mundo. Mira, el empacho se cura ‘tronándoles el pellejo’, es algo muy común entre los niños pequeños se dice que tiene ‘algo pegado en las tripas’, se cura haciéndoles un masaje, para después jalarles ‘el espinacito’ (piel a lo largo de la columna) desde el cuello hasta la cintura. Las mujeres como la Martina, aprendieron este remedio de sus respectivas madres, quienes a su vez lo vieron hacer a sus abuelas Otro padecimiento común en los bebés que también se curaba con remedios caseros es la ‘mollera sumida”, producto de deshidratación o desnutrición. El método de las abuelitas era ponerlos de cabeza, ‘zarandearlos’ o golpear con firmeza las plantas de sus pies. Otro ejemplo es la pulsera roja, que protege contra ‘el mal de ojo, las malas vibras’ o ‘las miradas fuertes’. Se trata de esas conocidas pulseras rojas con la semilla de la planta o bejuco, comúnmente llamada ‘ojo de venado’, junto con una imagen religiosa. Otro remedio casero de dominio popular es la ‘limpia con huevo o ruda’. Se dice que alguien ‘está espantado’ cuando se vive algo desagradable que provocó algún susto o se pasa por alguna situación o ruido sorpresivos. Los síntomas son que el niño llore continuamente, sobre todo por las noches, no duerme bien, sufre de escalofríos, irritabilidad y tiene una marcada pérdida de apetito. Con las ‘limpias’ se le ‘llama’ al espíritu y también se dice que se ‘limpian los cuerpos energéticos’ de la persona…” El joven campesino intenta retirarse para cumplir con la recomendación del viejo sabio, pero antes le escucha concluir: “Puede que con el pasar de los años, las generaciones piensen diferente y estas costumbres o tradiciones de los ‘remedios caseros’ se vayan perdiendo. Si no los practican ya no se heredarán como Doña Martina que se apoyaba en su madre y su abuela. Estos remedios caseros siguen vigentes porque han funcionado por años y generaciones, por algo se han hecho y se han difundido, además, son procedimientos que no chocan con la ciencia”... Al día siguiente el chamaco andaba jugando y brincando como si nada.
lunes, 21 de septiembre de 2020
DESDE LA FINCA Por: El Cortador
Conocimiento y salud.- Los fuertes aguaceros que han caído estos últimos días, han hecho crecer los ríos y arroyos que ahora se escuchan desde lejos. Se han limpiado y han arrastrado con todo lo que encuentran a su paso. Lo malo es que también estos aguaceros provocan derrumbes y deslaves, que en ocasiones afectan zonas urbanas. El verano se despide para dar paso a la tercera estación, que en nuestra zona se caracteriza por los vientos frescos y mayor humedad. Aquí no se ven esas imágenes del otoño con hojas secas de colores marrones que nos ponen en las fotos. Aquí los árboles cambian algunas hojas pero el campo nunca pierde ese verdor intenso. Septiembre es de lluvias. El viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, no pierde el tiempo, aprovecha para coser costales, afilar machetes y azadones, desgranar mazorcas y cualquier cosa de utilidad. Se asoma de vez en cuando para ver si ha descampado. En una de esas, pasa corriendo un compa que la ver al viejo sabio de las laderas se acerca y le comenta que su chamaco anda “malo”, chilla mucho, no come y no duerme. Con su calma característica, el hierofante del conocimiento y la experiencia, el estudioso del universo y sus misterios, le dice con voz de trueno: “Llévalo con la Martina, que lo cure de espanto y de ojo”. A lo que el sorprendido campesino con mirada pasmada, sin decir la palabra le pide que le explique tal aseveración. A lo que el gurú de la medicina tradicional y de los remedios centenarios, el que ha sido testigo de pandemias y plagas, con sabiduría y tranquilidad le explica: “La medicina natural es casi tan antigua como el hombre. Hasta hace más de 3 siglos se utilizaba hierbas medicinales y algunos métodos que incluso tenían que ver con la superstición. Con el paso del tiempo su uso se preservó y se transmitió de generación en generación. Los remedios caseros no son solo simples ‘recetas’, son conocimientos empíricos comprobados que se fueron transmitiendo por generaciones, y aún son parte de varias culturas en el mundo. Mira, el empacho se cura ‘tronándoles el pellejo’, es algo muy común entre los niños pequeños se dice que tiene ‘algo pegado en las tripas’, se cura haciéndoles un masaje, para después jalarles ‘el espinacito’ (piel a lo largo de la columna) desde el cuello hasta la cintura. Las mujeres como la Martina, aprendieron este remedio de sus respectivas madres, quienes a su vez lo vieron hacer a sus abuelas Otro padecimiento común en los bebés que también se curaba con remedios caseros es la ‘mollera sumida”, producto de deshidratación o desnutrición. El método de las abuelitas era ponerlos de cabeza, ‘zarandearlos’ o golpear con firmeza las plantas de sus pies. Otro ejemplo es la pulsera roja, que protege contra ‘el mal de ojo, las malas vibras’ o ‘las miradas fuertes’. Se trata de esas conocidas pulseras rojas con la semilla de la planta o bejuco, comúnmente llamada ‘ojo de venado’, junto con una imagen religiosa. Otro remedio casero de dominio popular es la ‘limpia con huevo o ruda’. Se dice que alguien ‘está espantado’ cuando se vive algo desagradable que provocó algún susto o se pasa por alguna situación o ruido sorpresivos. Los síntomas son que el niño llore continuamente, sobre todo por las noches, no duerme bien, sufre de escalofríos, irritabilidad y tiene una marcada pérdida de apetito. Con las ‘limpias’ se le ‘llama’ al espíritu y también se dice que se ‘limpian los cuerpos energéticos’ de la persona…” El joven campesino intenta retirarse para cumplir con la recomendación del viejo sabio, pero antes le escucha concluir: “Puede que con el pasar de los años, las generaciones piensen diferente y estas costumbres o tradiciones de los ‘remedios caseros’ se vayan perdiendo. Si no los practican ya no se heredarán como Doña Martina que se apoyaba en su madre y su abuela. Estos remedios caseros siguen vigentes porque han funcionado por años y generaciones, por algo se han hecho y se han difundido, además, son procedimientos que no chocan con la ciencia”... Al día siguiente el chamaco andaba jugando y brincando como si nada.
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