lunes, 8 de marzo de 2021

Cuarto Acto - Por Alejandro García Rueda



Creyente.-


No a todos funciona la misma estrategia y tampoco todos pueden con ella. Comenzar atacando sin dosificar el esfuerzo puede llegar a ser cansado pues disponerse a la ofensiva es abrir sin querer huecos en la zona defensiva.


En estas elecciones habrá básicamente dos bandos. A uno de ellos, al que va ganando desde hace casi tres años le conviene seguir saliendo al ataque con relativo orden, preguntándose en cada paso ¿En qué medida estoy dispuesto al desorden para hacer los cambios que me permitan atacar en tiempo y forma? La respuesta está en quienes tienen apostados en el campo de batalla y en el talento que debe estarse puliendo día con día.


Los auxiliares internos pueden tener en sus manos estadísticas, encuestas, sondeos y otro tipo de métricas que hablan del crecimiento de un candidato en las preferencias de la población, pero un agente externo, por la perspectiva fresca que maneja puede ayudar a definir lo que se verá cuando suenen los cuernos. A un político en campaña le llegan constantemente estudios meramente cuantitativos que ofrecen una interpretación lineal de algunos indicadores, pero hay ocasiones en las que se debe contemplar la variable del contexto para afinar el trabajo que se está haciendo para ganar. 


Los resultados que se obtienen de hacer encuestas, sobre todo en el mundo digital, son limitados y poco creíbles; hacer un descargo de responsabilidad en el jefe de prensa multi-task no es la mejor opción pues en algún momento va a colapsar y regirse por los mismos criterios al interior de un equipo de trabajo. En lugar de sumar, resta. Es cuando se debe recurrir a un agente externo que realice ejercicios de prospección. Tener en cuenta el punto de vista de un analista, de un crítico sensato y discreto sumará a cualquier equipo de campaña. Sirve, porque eso permitirá que los recorridos, aunque largos, también sean seguros y ayude a que los despliegues -en el caso político- sean mucho más constructivos.


En las elecciones, se juega todo en poco tiempo y los errores no suelen dar revancha. La ayuda de un agente externo se valorará porque, en la medida de lo posible, se logrará un speech redondo por un lado y un recurso creativo excepcional por el otro. Esa es la forma más lógica de desequilibrar un partido en el que el rival juega con líneas tan estructuradas.


No solo entran en juego las estructuras y los equipos “de avanzada”. Hay que soltarle la rienda a los compañeros de fórmula para encender su talento, para pulir su discurso, para afinar su “don de gente” no por necesidad sino para ofrecer variantes, imponer nuevas condiciones y darle más volumen al devenir del partido.


Los equipos de campaña que se están perfilando tienen dos opciones ahora: Plantear un esquema táctico que permita arrastrar a los demás a su área, atajando desde ahora cualquier embate con la boca y con la vista, o empujar el partido a la zona emotiva. Se necesita orden, pero también algo de rebeldía y agresividad para lograrlo; se requiere en algunos casos ser disruptor, transgresor. La estrategia no funciona con todos de la misma manera pero en el camino vale la pena tratar de conectar con las voces del pasado, echar un vistazo al mundo y aterrizar sus enseñanzas para alcanzar a tocar la gloria.


Si ese agente externo fuera yo, te diría que te aferres a tu fe, que no tengas miedo a invertir la ubicación de la tribuna para animar a tu afición. Te pediría que apeles a tu voluntad inagotable, que -con furia bien entendida- celebres el haber atajado a tiempo una situación de crisis. Te animaría a festejar porque alcanzaste a cubrir un terreno mucho mayor que el día anterior, porque cada persona que convenciste significa un gol. Esas personas a las que convenciste, hay quienes les llaman “milagros” y la gran verdad que debes afrontar es que no estarían ahí si nadie creyera en ellos. Le hemos llamado “agente externo”, pero tú y yo sabemos que su verdadero nombre es “creyente”.



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