lunes, 12 de abril de 2021

CON-CIENCIA Por: José Jácome


A 109 años de la tragedia que lo hizo famoso, 15 de abril de 1912,  el “Titanic” sigue rodeado de un “aura” de misticismo. Pero esta vez hablaremos de la parte científica que no deja de ser sorprendente. El RMS Titanic fue un trasatlántico británico de la clase Olympic, segundo de un trío de navíos prácticamente idénticos. Fue construido entre 1909 y 1912 por los astilleros navales de Harland & Wolff en Belfast (Irlanda del Norte) para la compañía naviera White Star Line.


Podemos empezar por lo fascinante de su funcionamiento, la nave era propulsada por vapor, tiempo atrás había quedado la propulsión por velas, y esta enorme embarcación requería un inmenso poder para desplazarse. 29 calderas calentaban agua hasta generar vapor suficiente para hacer funcionar 2 enormes motores del tamaño de una casa de 3 pisos, cada uno de 4 pistones que podían generar 30,000 caballos de fuerza (22,000kw). 



Estas máquinas funcionaban como las de los trenes, a vapor, el vapor impulsa pistones, en este caso de triple expansión, donde el vapor que ya movió al primer cilindro de alta presión se recicla impulsando al segundo cilindro de media presión que luego se vuelve a usar accionando los últimos 2 cilindros de baja presión, todo esto en un ciclo que se repetía para hacer girar las aspas de la nave. En resumen se aprovecha al máximo el poder expansivo del vapor antes de ser expulsado. Incluso antes de salir al ambiente se usaba para impulsar una turbina de baja presión que hacía girar el aspa central con una potencia de 16,000 caballos de fuerza (12,000Kw).


Es probable que los procesos en la construcción de la embarcación, (además de los errores humanos) hayan tenido que ver con su hundimiento. El Titanic se ensambló  en un período de transición entre el uso del hierro (más común y barato) y el acero (más resistente pero más costoso) en la construcción naval, por lo que ambos materiales se emplearon en su casco. 


En el casco se emplearon unas 2000 planchas de acero de un tamaño medio de unos 9 metros de largo por 1,8 metros de ancho y pesaban 4250 kilos. El espesor típico de las placas era de 2,5 centímetros. Pero el talón de Aquiles del Titanic pudo haber estado en un elemento mucho más pequeño: los remaches. 


Antes de la invención de la soldadura, las placas metálicas se unían mediante remaches. Calentado al rojo vivo, se introduce en unos agujeros entre las placas y se golpea cada uno de sus extremos hasta que adquiere una forma aplanada o de seta. Al enfriarse, el remache se contrae y tira de las placas uniéndolas firmemente. 




Debido a una incapacidad de los proveedores de suministrar a tiempo los materiales por la rigurosidad de los tiempos de fabricación, los remaches utilizados en el principio de la proa y al final de la popa (frente y detrás respectivamente) fueron de hierro en vez de acero, como en el resto del barco. Se piensa que al momento del impacto con el iceberg las placas no se rasgaron o fueron atravezadas por el hielo, mas bien, al ser mas débiles los remaches de hierro y al volverse menos elásticos debido a las bajas temperaturas, estos se botaron al recibir el golpe abriendo huecos entre las placas asestándole la “herida mortal” y su posterior hundimiento.


Fuentes: 

Naukas, Unos motores titánicos      https://naukas.com/2011/01/18/unos-motores-titanicos/

Naukas, La ciencia del Titanic        https://naukas.com/2012/04/14/la-ciencia-del-titanic/






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